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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El motor de la empresa es la universidad

La colaboración eficaz entre la universidad y la empresa es uno de esos objetivos deseables que nadie discute pero que cuesta muchísimo conseguir. Aunque queda un largo camino por andar, España ha recorrido en las últimas décadas un gran trecho hacia este logro. La formación y la inserción laboral, el traspaso de tecnologías y el papel de la universidad como motor de la economía desde el área de la investigación son tres campos en los que empresa y universidad pueden y deben recoger abundantes cosechas.

Los convenios para que los estudiantes y los recién licenciados se incorporen en prácticas al mercado laboral son un capítulo básico de esa deseable cooperación que crece día a día. Es cierto que, en muchos casos, el ámbito académico debe desprenderse aún de trabas administrativas que le restan la flexibilidad requerida en la actividad de las empresas, pero la puerta está cada vez más abierta para la entrada en el mercado de los conocimientos y el talento desarrollado en el alma máter, verdadera fuente de la mayor parte de los cuadros directivos de las empresas. Pero es en los ámbitos de la transferencia de tecnología y en el anhelado papel de la universidad como motor económico en los que hay mucho por avanzar.

Ya hace siglos que a la siempre válida definición medieval de "ayuntamiento de maestros et de escolares que es fecho en algún logar con voluntad et con entendimiento de aprender los saberes" se le han añadido otros muchos objetivos. Pero el desembarco en el siglo XXI de las nuevas tecnologías, la investigación continua, la demanda permanente de innovación y mejoras en productos y servicios... llevan mucho más lejos que nunca en la historia el papel de la universidad. Plenamente convencido de ello, CincoDías siempre ha apostado por la colaboración universidad-empresa, y no en vano uno de sus premios anuales a la innovación se destina precisamente "a la acción empresarial más innovadora ligada a la universidad".

Es en este marco en el que hay que congratularse del acuerdo de investigación firmado entre la Universidad de Valencia y la multinacional farmacéutica Lilly para ayudar a "construir la cartera de productos del mañana". Lilly pondrá los fondos para llevar a cabo las investigaciones y la universidad aportará el personal. Para la empresa representa menos gasto en I+D+i y liberar sus laboratorios, mientras la universidad conducirá sus investigaciones hacia campos con salida práctica y comercial. Es un modelo que funciona desde hace tiempo en las universidades de Estados Unidos, en las que investigar con capital privado es práctica común y de éxito contrastado. Sin dejar a un lado la imprescindible investigación básica, es obvio que acuerdos como este no solo son deseables, sino especialmente acertados cuando la crisis aprieta los presupuestos de todos.

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