Un serio aviso a navegantes rezagados
Bruselas revisó ayer a la baja de forma escalofriante sus previsiones de crecimiento para la Unión Europea. El comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, presentó la radiografía de una Europa esclerótica, incapaz de generar crecimiento económico y al borde de una nueva recesión. El Ejecutivo comunitario ha recortado drásticamente sus previsiones para la UE en 2012 y ha confirmado también que las economías de la zona euro registrarán un crecimiento negativo el último trimestre de este año y se estancarán, en la mejor de las lecturas, durante los tres primeros meses del que viene. En ese escenario de profundo pesimismo, Bruselas augura que España no cumplirá con las exigencias de consolidación fiscal de 2011 -se quedará seis décimas por encima del objetivo del 6%- y que tampoco lo hará ni en 2012 ni en 2013. La Comisión Europea cifra en una factura de 44.000 millones el ajuste adicional que España deberá realizar a lo largo de los próximos 25 meses.
Las previsiones comunitarias confirman oficialmente lo que diferentes servicios de estudios públicos y privados venían adelantando las últimas semanas sobre el oscuro presente y futuro que afronta la zona euro y el conjunto de la Unión Europea. Se trata de unas previsiones devastadoras que agravan aún más la profunda catarsis económica, política y financiera en que Europa está sumida en estos momentos. A ello se ha sumado la salida a la luz pública de los supuestos planes de Berlín y París para diseñar una zona euro de dos velocidades, lo que añade más leña a las crecientes dudas sobre el futuro de la moneda europea. El Gobierno alemán desmintió ayer con rotundidad que las reformas en marcha contemplen la expulsión de ningún socio de la Unión Monetaria. Pero a estas alturas nadie niega que en Europa existen ya, sobre el terreno, esas dos velocidades. Y tampoco es un secreto que la necesaria integración de las políticas económicas de los socios del euro está muy lejos de ser una realidad.
Alemania y Francia, para disgusto de las instituciones europeas, están trabajando para dar marco legal a esas dos velocidades y permitir a los países que lo deseen avanzar hacia una mayor integración de sus políticas presupuestarias, fiscales o laborales. La iniciativa parece inevitable en una Unión que no puede seguir paralizada por la última objeción del Parlamento eslovaco o del finlandés. Pero el proyecto de Angela Merkel y Nicolas Sarkozy supone también un enorme riesgo para la unidad de la zona euro y su engarce con el resto de la UE. Una fractura sería nefasta no solo para las economías comunitarias más débiles, sino para el conjunto del área. Si el proyecto es un aviso de Berlín a los países más rezagados, Bruselas debe velar para evitar que se transforme en una amenaza para la supervivencia de un euro que se pretende reforzar.