La crisis del euro, en la casilla inicial
El alivio que siguió a la última cumbre del euro de la semana pasada ha quedado verdaderamente atrás. El referéndum previsto en Grecia sobre el último rescate -las encuestas muestran el rechazo de los ciudadanos- ha lanzado toda la baraja de naipes al aire. Pánico bancario, una suspensión de pagos desordenada, la salida de Grecia del euro y un contagio vicioso en otras partes no parecen más escenarios absurdos.
Gran parte de lo que Yorgos Papandreu pensaba que estaba haciendo un llamamiento al referéndum no está claro. El primer ministro griego parece haber cogido por sorpresa a sus socios europeos. La crítica implacable en casa sobre su gestión de la crisis y la presión del resto de Europa para un control permanente de las acciones del Gobierno parece que le han provocado un colapso.
La reestructuración de la deuda planeada la semana pasada y el rescate no son lo ideal para Grecia. Incluso en 2020, está previsto que la deuda del país sea del 120% del PIB. La gente tendría también que soportar que la austeridad continúe. Pero el paquete llegó con la promesa de 130.000 millones de euros de nuevos préstamos de los socios europeos de Atenas, de los cuales 30.000 millones se destinaban a la capitalización de los bancos del país.
Si los griegos votan no en el referéndum, lo que es probable que tenga lugar en enero, esa ayuda también podría desaparecer. Dado que Atenas solo tiene dinero suficiente para pagar sus facturas hasta el año próximo, puede entonces verse forzada a una suspensión de pagos desordenada. Los bancos del país irían entonces a la quiebra ya que tienen grandes sumas de deuda pública griega, sumergiendo a la economía aún más en el abismo. Grecia no tendría más remedio que abandonar el euro. Pero eso traería consigo más caos ya que Atenas sigue arrastrando un déficit presupuestario primario. Sin nadie dispuesto a ofrecerle financiación, el Gobierno tendría que embarcarse en una austeridad aún más severa.
Papandreu puede esperar que ese escenario de pesadilla lleve a sus compatriotas a votar sí. Pero esas tácticas tan amenazadoras pueden provocar problemas antes de que los griegos tengan incluso la posibilidad de votar. Los depositantes van cogiendo su dinero de forma gradual de los bancos griegos. Ante la posibilidad de que gane el no, una salida del euro y la bancarrota de sus bancos, podría acelerarse el pánico bancario. Como en agosto, había aún 189.000 millones de euros de depósitos en los bancos griegos. El Banco Central Europeo tendría que decidir si permite al banco central de Grecia continuar haciendo préstamos de emergencia a los bancos del país u obligarles a la quiebra incluso antes del referéndum.
El contagio al resto de Europa podría ser mucho más salvaje del visto hasta ahora. Italia es el punto más débil. Los propios chanchullos políticos de Roma ya han sacudido los mercados. El rendimiento del bono del país a diez años se ha incrementado al 6,2%, una tasa que probablemente no será sostenible en el largo plazo.
El paquete de la semana pasada salió con un plan para aprovechar el Fondo Europeo para la Estabilidad Financiera (EFSF en sus siglas en inglés), el fondo de rescate de la eurozona, con la idea de que debería ser lo suficientemente grande para proporcionar algún tipo de red de seguridad para Italia si fuera necesario. El problema es que esto se base en ingeniería financiera no testada, que incluye obtener dinero de China. Tras la bomba griega, el EFSF podría enfrentarse a una tarea más difícil para vender sus propios bonos.
Ahora, por supuesto, hay otros escenarios y posibles planes de contingencia. Papandreu no ha dicho sobre qué serán preguntados los griegos. Es posible que surja con una pregunta astuta que asegure el sí. También es posible que su Gobierno caiga antes del referéndum, permitiendo a otro primer ministro tomar el relevo.
Mientras tanto, el resto de Europa puede verse en su propio abismo y decidir que están preparados para continuar apoyando a Grecia, tanto a través de su proceso de referéndum e incluso antes de un voto negativo, con el objetivo de evitar una suspensión desordenada. Pueden decidir reagrupar y obligar a un mayor recorte a los acreedores de Atenas con el fin de tener una menor carga de deuda con un nivel más sostenible. Por último, el Banco Central Europeo aún no ha encendido su gran bazuca. Teóricamente podría contener la putrefacción por sí mismo, por ejemplo, prestando al EFSF, aunque ello implicara tragarse todos sus principios.
Con todo, una cosa está clara. La bomba de Papandreu ha inclinado de nuevo la crisis del euro al punto de partida -o peor-.