Un duelo no solo por el pasado
Chantaje, amenazas de muerte, traición. La trama de una película sobre mafia -u otro día en los tribunales para Boris Berezovsky y Roman Abramovich, los dos oligarcas rusos atrapados en un pleito de 3.200 millones de libras, que actualmente discurre en un tribunal de Londres-. Aunque están relacionados con acontecimientos de hace mucho tiempo, las revelaciones escandalosas refuerza la vieja preocupación sobre el clima de negocios actual de Rusia.
Berezovsky es un excorredor de Bolsa que huyó a Londres en 2000 tras caer en desgracia con el entonces presidente Vladimir Putin. Berezovsky afirma que Abramovich utilizó esa oportunidad para chantajearle y violar acuerdos, obligándole a vender baratas sus acciones de la petrolera Sibneft y de la productora de aluminio Rusal. Abramovich lo niega.
Todo muy jugoso. ¿Debería importarle a alguien? Berezovsky puede encontrar dificultades para probar sus alegaciones. Hace tiempo que tanto Sibneft como Rusal han pasado a manos de otros propietarios, por lo que no es probable que la disputa afecte a los accionistas actuales. Otra razón por la que no despierta mucho interés entre los accionistas es que pasó al menos hace una década. En palabras del propio abogado de Abramovich, prevalecieron en Rusia unas "condiciones bastante extraordinarias" tras el colapso del comunismo, que comparó con la anárquica Edad Media. Este argumento es solo tranquilizador en parte. Las revelaciones del tribunal sugieren que los brutales métodos de negociación rusos no terminaron con la elección de Putin en 2000. Las cosas parecen un poco más civilizadas hoy. Pero Berezovsky no ha sido el último oligarca en huir de la Rusia de Putin contando cuentos similares de extorsión e intimidación. Tampoco son los únicos exiliados en denunciar este tipo de tácticas.
La batalla de Londres también habla sobre el lamentable estado de los propios tribunales corruptos y politizados de Rusia. La razón por la que los abogados británicos ven un auge de pleitos rusos es que las empresas del país y los magnates buscan alternativas para proteger su propiedad.
Mientras el propio sistema judicial ruso siga siento fácil de manipular y abusar, los derechos de propiedad industrial serán inestables. Buenas noticias para los abogados de Londres -y malas para los inversores en Rusia-.
Por Jason Bush