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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reajuste bancario, punto y seguido

El gobernador del Banco de España hizo el viernes un primer balance de la reestructuración del sistema financiero, justo al concluir el plazo marcado a las entidades para captar el capital exigido por la nueva normativa, que eleva al 8% los recursos de primera categoría, considerados como porcentaje de los activos ponderados por riesgo. Si en la primavera pasada, cuando se elaboró la normativa con los nuevos umbrales de capital, se consideraba que una vez cubiertos el sistema financiero habría cobrado una fortaleza casi definitiva para afrontar el futuro, el viernes el supervisor no hizo en absoluto tal lectura. El optimismo de hace seis meses se ha tornado precaución, y pese a que los resultados de las pruebas de resistencia bancaria publicados en julio eran razonablemente buenos para las entidades españolas, ni el gobernador da por concluido el proceso de recapitalización.

Además, si cuando arrancó la crisis el sistema financiero español la labor del Banco de España era puesta como modelo de buena gestión y como paradigma de escrupulosa supervisión hoy, aun teniendo los atributos para acreditar tales juicios, todo está en revisión. La profundidad de la crisis económica y financiera, que cambia de forma dinámica contagiando hoy activos que ayer se consideraban sagrados, y que en España tiene la sobrecarga negativa de un crecimiento plano y una expectativa muy pesimista por la necesidad de digerir los excesos del crédito, ha debilitado a todas las entidades. Y tras ejercicios de recapitalización en todas y cada una de ellas, casi nadie puede asegurar que está a salvo de nuevas necesidades de recursos propios.

Este deterioro diario de la situación, atrapada ahora por la crisis de la deuda soberana que paraliza financiación y captación de capital, ha maniatado a las cajas de ahorros que precisaban de ayuda, y ha hecho casi estéril el esfuerzo por captar recursos en el mercado, hasta el punto de que el fondo de rescate (el FROB), aunque no ha tenido que desembolsar más dinero del estimado inicialmente, sí ha tenido que intervenir o nacionalizar más balance del que le hubiera gustado. Con las tres nacionalizaciones anunciadas el viernes (la de Catalunya Caixa, la de Novacaixagalicia y la de Unnim, todas ellas con valoraciones muy bajas), han pasado por la égida pública nada menos que 300.000 millones de euros en activos bancarios.

Su devolución al sector privado, en parte realizado ya con Caja Castilla La Mancha, y que culminaría con la venta de la propiedad ahora tomada, y la subasta de Caja de Ahorros del Mediterráneo (la que se antoja como operación más complicada por el deterioro de sus activos y la a todas luces desastrosa gestión), tiene que ir acompañada de una estricta dieta de adelgazamiento. Desde que arrancó la crisis, las entidades han cerrado centenares de oficinas y han prescindido de 13.000 trabajadores. Pero la capacidad instalada apropiada para la dimensión de la economía precisa de recortes mucho más severos de las entidades, que tienen también que reducir sus balances, aunque en el ejercicio anestesien hasta límites comprometedores la concesión de nuevo crédito y, con él, el crecimiento. El Banco de España ha identificado bien los problemas, pero no ha actuado con la celeridad que hubiese sido precisa y que podía haber evitado lamentables episodios como el de CAM. Por muy celoso que se sea en la aplicación de los protocolos, el supervisor, que tiene la obligación de conocer cada detalle de la gestión de las entidades, no puede dilatar tanto la intervención. Además de acumular coste para el contribuyente, el retraso deteriora la imagen de España cuando más pulcritud necesita para financiarse en el exterior.

El futuro puede deparar nuevos acontecimientos de riesgo si, como ya nadie oculta, Grecia termina haciendo una importante quita a sus obligaciones financieras. Es previa la imprescindible recapitalización de toda la banca europea, y con ella de la española para recomponer su capacidad competitiva, aunque no tenga riesgo en bonos helenos. Pero, además, la crisis española podría prolongarse más de lo debido, a juzgar por los propios bancos, y nuevos deterioros de las carteras de activos exigirían nuevas inyecciones de capital. Como estamos advertidos, los gestores bancarios y sus supervisores deben caminar por delante de los acontecimientos. Más capital.

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