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Columna
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Innovando para el desarrollo sostenible

Una lección aprendida después de los dos años que acabamos de pasar es que las crisis no están hechas para aficionados. A medida que el termómetro de alarmismo social sube, las proyecciones se hacen menos esperanzadoras y se cuestionan los modelos económicos tradicionales. Si a la crisis financiera, económica y social, añadimos la crisis de los ecosistemas, nos encontramos en un estado de subdesarrollo insostenible, o como apunta Naciones Unidas, utilizando los recursos de un planeta como si estuviéramos viviendo en cinco.

Lo que nadie parece dudar es que si las economías emergentes de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) o los Next 11 (Bangladesh, Egipto, Indonesia, Irán, México, Nigeria, Pakistán, Filipinas, Corea del Sur, Turquía y Vietnam) se desarrollan generando la misma presión al ecosistema que hicieron las economías occidentales, llegaremos a lo que algunos ya empiezan a definir como el colapso total.

La problemática se acentúa si se considera que en los próximos años llegaremos a ser alrededor de 10.000 millones de personas, de las cuales el 85% nacerá en dichas economías. Ello nos lleva no solo a un mundo más poblado, con más presión sobre los ecosistemas y mayores desafíos de cobertura social y acceso a recursos, sino también a un mundo más joven, más conectado y más consciente de las necesidades y, por ende, de las soluciones que se han de aportar. Si la situación económica mundial nos ha llevado, por razones obvias, al triunfo del low cost, el futuro cercano impondrá el eco low cost, productos y servicios ecológicos y sostenibles a bajo coste que sean accesibles para la mayoría de la población y, si es posible, que aporten soluciones a los desafíos sociales.

Todo ello pone en evidencia la obsolescencia del modelo de producción actual y la necesidad de innovar de manera radical para proponer nuevas formas de trabajo, nuevos productos, servicios, procesos productivos y nuevos mercados. En definitiva, nuevos modelos de negocio. En este contexto, el Instituto de Empresa Familiar ha producido el informe Innovando para el desarrollo sostenible: mejorando la productividad y competitividad de las empresas familiares, que se presenta mañana, jueves, en Madrid y ha sido realizado por el Centro de Alianzas para el Desarrollo con la colaboración del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD, en sus siglas en inglés). A través de él se analiza la creciente responsabilidad que están adquiriendo las empresas a la hora de aportar soluciones a los desafíos globales a través de sus actividades y las oportunidades que se pueden generar promoviendo la transición hacia un desarrollo más sostenible.

El informe presenta tres dimensiones (planeta, personas y procesos) que agrupan el concepto de sostenibilidad e identifica las áreas donde el sector privado puede vehicular la innovación como eje transformador en la relación entre crecimiento económico, desarrollo social y balance medioambiental. A través de varios ejemplos de empresas familiares, más dadas a incorporar la visión largoplacista en su ADN corporativo, se presentan diversas oportunidades que tienen el potencial de generar beneficios económicos y empleo, fomentando un mayor desarrollo social y garantizando una relación más armoniosa con el medio ambiente.

Pero asumir el rol de empresa sostenible es un proceso complejo que requiere adoptar una visión clara de la sociedad del mañana, entender realmente sus necesidades y estar dispuesto a comprometerse con los grupos de interés de forma abierta y transparente. Una de las claves para liderar esta transición es fomentar la transformación empresarial a través de la innovación de forma transversal y promoverla a lo largo de toda la cadena de valor de la empresa, incluyendo la cadena de suministro, los canales de distribución y la comunicación entre los grupos de interés y la sociedad.

Aunque esta travesía es responsabilidad de todos y la empresa no puede quedarse sola en su recorrido. Las instituciones públicas deben crear un marco favorable propicio priorizando una inversión estatal que impulse la economía sostenible, con un marco regulador que apoye a productos y servicios sostenibles incipientes y no subvencione aquellos que no lo son. Igualmente, se deben fortalecer las capacidades, la formación y la educación necesarias para promover la sostenibilidad, así como promover la investigación, el desarrollo y la innovación hacia los nuevos modelos de negocio con un cambio de paradigma en los sistemas de producción y consumo de manera que sean coherentes con los límites del planeta. Como varios estudios demuestran, esta transición tiene un gran potencial de generar nuevos empleos, aportando también soluciones a la problemática del desempleo actual. Lo que es evidente, es que para promoverla de manera eficaz la innovación para el desarrollo sostenible ha de ser el eje vehicular que nos encamine hacia un modelo de desarrollo más inclusivo y sostenible para todos.

Fernando Casado Cañeque. Director del Centro de Alianzas para el Desarrollo y director académico del Laboratorio Base de la Pirámide en España

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