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La volatilidad y el juego de suma cero

“La volatilidad nos encanta. Es la mejor forma de hacer dinero. Cuanto más inestable sea el mercado, mejor para nuestro negocio”. Hace ya un par de años hablaba con un gestor de hedge funds que respondía así cuando se le preguntaba por cómo moverse en mercados inestables. Hay gestores o inversores tradicionales a quienes la inestabilidad les asusta, porque sus apuestas a medio plazo quedan borradas por el tsunami. Pero hay otros que viven del tsunami.

La gente de a pie, cuando la Bolsa pasa de bajar un 2% por la mañana a subir el 3,5%, bajar y volver a subir el 2,5%, suele mirar perpleja a los que, se supone, sabemos de qué va esto. Como si tuviésemos la culpa de algo. Se preocupa, porque de todo esto no puede salir nada bueno. Pero para quien opera apalancado y tiene la capacidad, técnica y humana de coger la tendencia, días como el de ayer son un regalo del cielo.

Si se opera con warrants, algo al alcance de cualquier inversor, un movimiento se puede multiplicar por 10 veces, si el vencimiento y el precio de ejercicio es cercano. Es decir, la subida de ayer intradiaria del 5% se puede convertir en un 50%. Eso, para un operador de andar por casa. Para un trader de una mesa de negociación de un banco o de un hedge fund, las posibilidades son infinitas, y obviamente da igual si la Bolsa sube o baja. Lo importante es que lo haga con violencia. Es de esta forma, con operaciones apalancadas, como el trader de UBS perdió, supuestamente, un puñado de miles de millones de euros.

Pero a medida que el mercado está dominado por operaciones de corto plazo, la Bolsa se convierte en un juego de suma cero. Unos ganan lo que pierden otros; el parqué no es un lugar de inversión sino un casino. Y cuanto más fuertes son las apuestas, más dinero se mueve, mayores son las posibilidades. No es casual que en los últimos años la Bolsa ha vivido los bandazos que ha vivido.

El ahora famoso Alessio Rastani no dice nuevo. Puestos a escandalizarse, quien esto escribe lleva bastante peor que, además de con la deuda europea, haya Alessios Rastanis dedicados a especular con los precios de los alimentos. Pero esa es otra cuestión, de carácter moral, que queda fuera de ámbito. The game is the game.

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