Extraordinaria cumbre sin divinas palabras
Después de tantas cumbres extraordinarias, los países del euro por fin han hecho esta semana una extraordinaria cumbre. Con medidas concretas para ayudar a Grecia y para intentar frenar la crisis de la deuda. Y sin recurrir a las divinas palabras que tanto gustan a los europeístas de pro, pero que solo sirven para crear frustrantes expectativas y desorientar a una opinión pública cada vez más desilusionada con la propaganda que llega desde Bruselas.
Los sacerdotes de la confusión ya han empezado a rastrear el comunicado de la zona euro del pasado jueves para descubrir el embrión de los eurobonos, la semilla de una agencia de calificación europea, la caja fuerte de un futuro Tesoro europeo, las futuras siglas de un Fondo Monetario Europeo...
Vano ejercicio de exégesis sobre un texto que se explica por sí mismo. Y que no necesita adornos ni zarandajas para pasar a la pequeña historia del euro como la primera respuesta cabal de los 17 socios de la Unión monetaria a una crisis malinterpretada desde el comienzo.
El acuerdo del Eurogrupo deja claro (en el punto 10) que todos los países en dificultades (Grecia, Irlanda y Portugal) recibirán el apoyo ilimitado de la Unión hasta que puedan financiarse por sí mismos. Sin plazos ni amenazas. Con la única condición, que no es poco, de que lleven a cabo los planes de ajuste pactados.
El mensaje es inequívoco: la unión monetaria no tiene puerta giratoria para andar entrando y saliendo. Es una economía, no 17. Del mismo modo que Washington no expulsa del dólar a los Estados en dificultades, tampoco la Eurozona se deshará de los países menos competitivos. Por mucho dinero que cueste la solidaridad con ellos.
La trascendencia de ese mensaje no debería estropearse con palabras que deslumbran tanto como espantan, para no repetir el error de la Constitución europea un proyecto que en gran parte descarriló por el empeño de magnificar su denominación.
La Declaración del jueves no contiene eurobonos (la recompra de deuda en el mercado secundario, que algunos quieren bautizar con ese nombre será en casos tan excepcionales que la propia Christine Lagarde, directora gerente del FMI, descartó cualquier similitud); no prevé una agencia de rating europea (solo repite el compromiso de la zona euro de restringir el uso obligatorio de las calificaciones de riesgo); y no establece un Tesoro europeo (los avales de las emisiones de la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera seguirán siendo nacionales, no conjuntos).
La Unión, sin duda, avanza en esa dirección (salvo en el tema de la agencia de rating). Pero invocar las divinas palabras antes de tiempo, en una situación política y económica tan delicada como la de Europa, puede ser un maleficio que ponga fin a la hora bruja que la zona euro vivió el 21-J.
Imagen: sala de prensa de la delegación francesa en la cumbre de la zona euro del 21 de julio de 2011 (tomada de la web del Consejo de la UE).