Reino Unido, igual que Grecia
Reino Unido, igual que Grecia. Los empleados públicos están en pie de guerra y las pensiones son el campo de batalla. Existe el riesgo de que las huelgas ocasionen problemas hoy en el país, pero la reforma de las pensiones es una parte clave de un esfuerzo inquietantemente lento para que Reino Unido pague su salida.
Lo que le duele -comprensiblemente- a los trabajadores públicos es el que el Gobierno les está exigiendo un gran incremento en sus contribuciones de las pensiones. La subida de 3,2 puntos porcentuales se traduce en que los funcionarios contribuirán con alrededor de un 9,7% de su salario. Y los sindicatos lo ven como un gran paso atrás en sus privilegios tradicionales: una generosa pensión para compensar una escasa remuneración de la administración pública. Pero la imagen de una funcionario empobrecido que al menos tiene una jubilación feliz es irreal.
En promedio, a los trabajadores públicos les va mejor en todo. Están mejor pagados que en el sector privado: el salario medio total es de 473 libras a la semana mientras que el privado es de 455. Asimismo, la generosidad pública en las pensiones es mucho mayor que la privada.
Es cierto que ahora el empleo público está cayendo y que experimentó una bajada de 24.000 puestos el pasado trimestre. Pero las cifras de gasto público muestran pocas señales de que lo que se ha hablado sobre que el dolor de la austeridad está aliviando las finanzas públicas. De hecho, el gasto en abril y mayo este año fue un 4,1% superior al del año previo.
El déficit fiscal británico también es amplio, y, situado en alrededor del 9%, es similar al de Grecia. Afortunadamente para los británicos, hay más diferencias que similitudes entre los dos países. Pero Reino Unido necesita vivir dentro de sus posibilidades y los empleados públicos tienen pocas razones para pensar que pueden escapar a tener que soportar parte de la carga.
Por Ian Campbell