Test de estrés que llegan con retraso
Los test de estrés de los bancos europeos por fin se ponen al día con la realidad. La agencia a cargo del ejercicio este año está forzando a las entidades de crédito a tomar en cuenta al tambaleante Gobierno griego para calcular sus necesidades de capital. Pero estas pruebas no abordan aún los efectos del contagio. Si la crisis griega se agrava, las entidades financieras tendrán problemas más graves.
El gran fallo de las pruebas del año pasado fue no tener en cuenta un posible incumplimiento soberano de la eurozona. Como resultado, los bancos evitaron aplicar un recorte a la inmensa mayoría de su deuda pública periférica. Y esto se tradujo en poca credibilidad: aprobaron todos menos un puñado de bancos pequeños.
La Autoridad Bancaria Europea (ABE), que supervisa las pruebas este año, entiende que este enfoque ya no es creíble. La ABE ha proporcionado a los bancos sus propias estimaciones sobre la probabilidad de un impago de deuda soberana y la consecuente pérdida llegado el caso.
Cuando los bancos introduzcan estas cifras en sus modelos de riesgo, habrá dos efectos. El primero de ellos, es que los bancos tendrán que aprovisionarse más frente a futuras pérdidas. Las tenencias de bonos del Gobierno no sufrirán aún un recorte, pero el enfoque de la ABE elevará el mínimo exigido para las pruebas y castigará a los prestamistas que hayan tomado un punto de vista demasiado optimista con sus carteras de deuda pública. Con todo, la ABE no está siendo tan dura como debería ser. Ha estimado la probabilidad de incumplimiento para Grecia en un 36% (en un momento en el que la mayor parte de los inversores lo creen inevitable). Mientras, la probabilidad para Portugal e Irlanda está por debajo del 6%. Lo que parece demasiado indulgente.
Pero puede que los acontecimientos superen las pruebas de estrés más duras. Si los políticos griegos rechazan las nuevas medidas de austeridad esta semana, y si el FMI y la Unión Monetaria adoptan una línea dura, podría producirse una quiebra antes de terminar el verano. Y para entonces, puede que los inversores no necesiten los resultados de las pruebas de la ABE.
Por G. Hay / N. Unmack