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Elefante Juncker

"Nunca olvidaré a un joven director del Tesoro francés que vituperaba a los neoliberales partidarios de crear un Banco Central independiente. [Ese joven] se jubilará próximamente como presidente del Banco Central Europeo, pues no era otro que Jean-Claude Trichet".

La historia reciente de la Unión Europea puede encontrarse en los archivos, en las hemerotecas y en la cabeza del primer ministro luxemburgués Jean-Claude Juncker, el veterano presidente del Eurogrupo (reunión de ministros de Economía de la zona euro) que lleva un cuarto de siglo participando, a diferente niveles, en el Consejo de ministros de la Unión. Su memoria y su peculaiar sentido del humor suelen dar una refrescante visión de la grisácea escena comunitaria.

Solo el decano de las cumbres europeas puede recordar el pasado de Trichet. O que el segundo apellido del Pacto de Estabilidad y Crecimiento fue una ocurrencia del presidente francés Jacques Chirac. Su experiencia también le permite dudar de la "longevidad" del Pacto del Euro, después de haber cocinado muchos otros acuerdos "que se olvidan el mismo día que abandonamos la sala de reunión".

Con solo 56 años de edad, Juncker parece al final del camino de una larga carrera política a la que Europa ha dado una especial dimensión. El primer ministro de un país tan pequeño como Luxemburgo (400.000 de habitantes) se ha transformado en una figura de alcance mundial a través, sobre todo, de su condición de presidente del Eurogrupo. Lo sabe y lo agradece con ironía: "Cuando me reúno con el primer ministro chino para tratar asuntos monetarios, le tomo por el hombro y le digo: 'cuando pienso que tú y yo representamos a un tercio de la humanidad, no puedo dejar de sentirme impresionado'".

Pero más allá de su humor socarrón, presente en todas estas citas de su reciente discurso en The Lisbon Council, el político luxemburgués representa quizá, tras la inminente salida de Trichet, al último testigo de una generación que construyó el euro y unificó Europa "de una manera artesanal", como él mismo recuerda.

Y ahora que la moneda única sufre su primera crisis de identidad, Juncker recuerda las terribles tormentas monetarias de los años 80 y 90, "en las que ví despertarse todos los demonios de Europa (...) con los países enfrentados con ferocidad, a veces incluso con voluptuosidad, con el objeto de aniquilar las esperanzas, las expectativas y, a veces, hasta los sueños de los demás".

Juncker está convencido de que sin el euro la pesadilla se volvería a repetir. "Y en esta crisis financiera y económica que nos agita, nos encontraríamos con un caos aún mucho mayor". A veces, es bueno escuchar a personas que guardan memorias de elefante.

Imagen: Jean-Claude Juncker preparando el discurso del Estado de Nación [luxemburguesa] en 2009 (tomada del archivo del gobierno de Luxemburgo).

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