El rey del fútbol mundial
No tiene rival. El suizo Blatter ha sido reelegido por aclamación presidente de la FIFA en un momento crítico para una organización que genera ingresos de 2.800 millones al añoEl rey del fútbol mundial
El fútbol es él. Joseph Sepp Blatter, 13 años al frente de la organización más poderosa del deporte, no tiene quien le haga sombra. En un momento en que la Fédération Internationale de Football Association (FIFA) navega "en aguas turbulentas", en palabras de Blatter, 186 asociaciones (el organismo tiene 208 miembros) han apoyado con su voto al capitán del barco. Tiene fuelle para cuatro años más. En ese tiempo, se compromete a volver a la ruta correcta.
La FIFA está en crisis. La integridad de algunos miembros del Comité Ejecutivo está en tela de juicio. El catarí Mohamed Bin Hammad ha quedado fuera de juego de la carrera electoral. Las sospechas sobre amaños en la designación de los Mundiales de 1918 y 1922 inquietan a opinión pública y patrocinadores. Blatter propone recuperar el fair play. Transparencia y tolerancia cero contra los peligros que amenazan el deporte rey. Su propuesta pasa por dar más poder al Congreso. Pide que la asamblea tenga el voto definitivo para decidir quién será el anfitrión de una Copa Mundial de la FIFA y el poder de elegir a los miembros de la comisión de ética. Una profunda reestructuración que incluye la creación de una comisión de gobernanza corporativa integrada por personalidades respetadas de la familia del fútbol y posiblemente de otros sectores, con la misión de investigar y formular soluciones a los problemas.
Joseph Blatter lleva media vida al servicio del fútbol mundial. El octavo presidente de la FIFA nació en Visp, Suiza -cerca del famoso Matterhorn (el Monte Cervino italiano), la montaña más conocida de Los Alpes-, hace 75 años. Hubo un momento en su juventud en que aspiró a convertirse en futbolista profesional (jugó en la primera división de aficionados), pero su padre, un modesto operario, apostó a que el joven nunca se ganaría la vida con el fútbol. Hoy, aquel delantero centro gana más que el presidente de Estados Unidos -se le calcula un sueldo anual por encima del millón de dólares-.
El suizo y su predecesor, el brasileño João Havelange, dieron un vuelco a la organización; aprovecharon la explosión de los contratos de televisión para la comercialización de los mundiales de fútbol y transformaron la FIFA en una empresa que ingresó 2.800 millones de euros en 2010. Mientras el fútbol constituye una ruina para la mayor parte de los clubes de fútbol de todo el mundo, es una auténtica mina para la FIFA. El Mundial de Sudáfrica supuso el mayor éxito financiero de la historia de la organización creada en 1904 por el francés Robert Guérin. La Copa que ganó la selección española generó unos ingresos de 1.179 millones de dólares, un 29,3% más respecto a Alemania 2006.
Blatter escuchó el consejo de su padre y se licenció en Economía y Administración de Empresas en la Universidad de Lausana. Sus inicios profesionales transcurrieron en un campo que ha dominado a lo largo de toda su carrera, el de las relaciones públicas. En calidad de director de relaciones públicas y deporte de Longines, participó en la organización de los Juegos Olímpicos de 1972 y 1976, incorporándose así a la escena deportiva internacional.
Su carácter extrovertido, simpatía y dominio de idiomas -su lengua materna es el alemán y además habla francés, inglés, español e italiano- le abrieron en 1975 las puertas de una FIFA presidida por Havelange, del que llegó a ser fiel escudero. Seis años más tarde, el comité ejecutivo le nombró secretario general, y en 1990 le confirió poderes de director ejecutivo. Con la experiencia de la organización de cinco mundiales (España, México, Italia, EE UU y Francia), en 1998 consiguió su primera presidencia de la FIFA, tras conseguir los suficientes apoyos para derrotar a un potente rival como el sueco Lennart Johansson, presidente de la UEFA.
No es la primera vez que Blatter tiene que lidiar con sospechas de corrupción y situaciones polémicas. El directivo suizo siempre ve detrás la mano de la Federación Inglesa. La prensa del país que inventó el fútbol desempolva de vez en cuando ciertas leyendas de su biografía, entre ellas su pertenencia a un club para defender la lencería tradicional femenina. La prensa ha sido testigo de manifestaciones de Blatter poco acertadas, obligando a la FIFA a dar explicaciones.
Blatter se ha casado y divorciado tres veces. La última boda, en 2003, con una mujer 25 años más joven, amiga de su única hija. Cuando le preguntan por su vida amorosa, responde que su novia es centenaria y se llama FIFA.
Como máximo dirigente del fútbol mundial ha participado en numerosos proyectos humanitarios, convencido de que el deporte rey puede contribuir al progreso social. Ha prestado apoyo a Aldeas Infantiles SOS y Unicef. Con la organización de Naciones Unidas ha lanzado varias campañas para concienciar al mundo sobre los derechos de la infancia. Además, ha contribuido a proyectos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en África, ha facilitado equipamiento deportivo a los campos de refugiados y ha luchado contra la explotación infantil. Para Blatter, el fútbol es espectáculo, pero también esperanza.El fútbol es él. Joseph Sepp Blatter, 13 años al frente de la organización más poderosa del deporte, no tiene quien le haga sombra. En un momento en que la Fédération Internationale de Football Association (FIFA) navega "en aguas turbulentas", en palabras de Blatter, 186 asociaciones (el organismo tiene 208 miembros) han apoyado con su voto al capitán del barco. Tiene fuelle para cuatro años más. En ese tiempo, se compromete a volver a la ruta correcta.
La FIFA está en crisis. La integridad de algunos miembros del Comité Ejecutivo está en tela de juicio. El catarí Mohamed Bin Hammad ha quedado fuera de juego de la carrera electoral. Las sospechas sobre amaños en la designación de los Mundiales de 1918 y 1922 inquietan a opinión pública y patrocinadores. Blatter propone recuperar el fair play. Transparencia y tolerancia cero contra los peligros que amenazan el deporte rey. Su propuesta pasa por dar más poder al Congreso. Pide que la asamblea tenga el voto definitivo para decidir quién será el anfitrión de una Copa Mundial de la FIFA y el poder de elegir a los miembros de la comisión de ética. Una profunda reestructuración que incluye la creación de una comisión de gobernanza corporativa integrada por personalidades respetadas de la familia del fútbol y posiblemente de otros sectores, con la misión de investigar y formular soluciones a los problemas.
Joseph Blatter lleva media vida al servicio del fútbol mundial. El octavo presidente de la FIFA nació en Visp, Suiza -cerca del famoso Matterhorn (el Monte Cervino italiano), la montaña más conocida de Los Alpes-, hace 75 años. Hubo un momento en su juventud en que aspiró a convertirse en futbolista profesional (jugó en la primera división de aficionados), pero su padre, un modesto operario, apostó a que el joven nunca se ganaría la vida con el fútbol. Hoy, aquel delantero centro gana más que el presidente de Estados Unidos -se le calcula un sueldo anual por encima del millón de dólares-.
El suizo y su predecesor, el brasileño João Havelange, dieron un vuelco a la organización; aprovecharon la explosión de los contratos de televisión para la comercialización de los mundiales de fútbol y transformaron la FIFA en una empresa que ingresó 2.800 millones de euros en 2010. Mientras el fútbol constituye una ruina para la mayor parte de los clubes de fútbol de todo el mundo, es una auténtica mina para la FIFA. El Mundial de Sudáfrica supuso el mayor éxito financiero de la historia de la organización creada en 1904 por el francés Robert Guérin. La Copa que ganó la selección española generó unos ingresos de 1.179 millones de dólares, un 29,3% más respecto a Alemania 2006.
Blatter escuchó el consejo de su padre y se licenció en Economía y Administración de Empresas en la Universidad de Lausana. Sus inicios profesionales transcurrieron en un campo que ha dominado a lo largo de toda su carrera, el de las relaciones públicas. En calidad de director de relaciones públicas y deporte de Longines, participó en la organización de los Juegos Olímpicos de 1972 y 1976, incorporándose así a la escena deportiva internacional.
Su carácter extrovertido, simpatía y dominio de idiomas -su lengua materna es el alemán y además habla francés, inglés, español e italiano- le abrieron en 1975 las puertas de una FIFA presidida por Havelange, del que llegó a ser fiel escudero. Seis años más tarde, el comité ejecutivo le nombró secretario general, y en 1990 le confirió poderes de director ejecutivo. Con la experiencia de la organización de cinco mundiales (España, México, Italia, EE UU y Francia), en 1998 consiguió su primera presidencia de la FIFA, tras conseguir los suficientes apoyos para derrotar a un potente rival como el sueco Lennart Johansson, presidente de la UEFA.
No es la primera vez que Blatter tiene que lidiar con sospechas de corrupción y situaciones polémicas. El directivo suizo siempre ve detrás la mano de la Federación Inglesa. La prensa del país que inventó el fútbol desempolva de vez en cuando ciertas leyendas de su biografía, entre ellas su pertenencia a un club para defender la lencería tradicional femenina. La prensa ha sido testigo de manifestaciones de Blatter poco acertadas, obligando a la FIFA a dar explicaciones.
Blatter se ha casado y divorciado tres veces. La última boda, en 2003, con una mujer 25 años más joven, amiga de su única hija. Cuando le preguntan por su vida amorosa, responde que su novia es centenaria y se llama FIFA.
Como máximo dirigente del fútbol mundial ha participado en numerosos proyectos humanitarios, convencido de que el deporte rey puede contribuir al progreso social. Ha prestado apoyo a Aldeas Infantiles SOS y Unicef. Con la organización de Naciones Unidas ha lanzado varias campañas para concienciar al mundo sobre los derechos de la infancia. Además, ha contribuido a proyectos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en África, ha facilitado equipamiento deportivo a los campos de refugiados y ha luchado contra la explotación infantil. Para Blatter, el fútbol es espectáculo, pero también esperanza.