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Columna
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Tarjeta roja para Catar

La Copa del Mundo no es un premio pequeño para Catar. No está claro si este país del Golfo perderá su derecho a albergar el prestigioso torneo de fútbol en 2022. Pero incluso si pasara lo peor, eso no supondría más que una pequeña cantidad en los 77.000 millones de dólares de gasto interno prometidos como parte de la agresiva campaña de su candidatura.

Mientras Catar niega rotundamente que haya comprado votos, la rica nación utiliza ciertamente su músculo financiero de manera transparente para reforzar su candidatura: ha prometido gastar 3.000 millones en la construcción y renovación de estadios, 17.000 millones en hoteles, 24.000 millones en el metro y ferrocarril, 20.000 millones en carreteras y 13.000 millones en un nuevo aeropuerto. Esto es, el equivalente al 40% de su PIB previsto para este año. En realidad la Copa del Mundo le da a Catar una razón para anunciar a bombo y platillo algunos aspectos de un plan mucho mayor que ya existe para invertir alrededor de 225.000 millones en infraestructuras hasta 2016.

El evento también podría dar a al país la mejor oportunidad para lanzarse como destino turístico e impulsar los esfuerzos para diversificar su economía. El catarí que está en el centro de la controversia, Mohamed bin Hamman, ha incluso esbozado la idea de que la Copa del Mundo podría consolidar la paz en Oriente Medio. Aunque eso parece un poco exagerado.

Con Copa o sin ella, el país va probablemente a desarrollarse. Eso sí, perder el derecho a celebrar el evento podría ser algo más que vergonzoso.

Por Una Galani

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