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Columna
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El asesino real de la recesión

Las dos últimas bodas reales impulsaron el espíritu consumista y empresarial del que podría decirse ayudó a salir de la recesión a Reino Unido. Hace mucho tiempo que EE UU cambió la monarquía por una república, pero algo similar le habría hecho bien -es mucho más barato y menos dañino que el estímulo fiscal y financiero-.

La boda de William Windsor y Catherine Middleton supondrá un desembolso de unos 82 millones de dólares. Eso supone dos terceras partes del coste real de la boda en 1981 de Carlos, príncipe de Gales, con Diana Spencer, a pesar de que en las estimaciones para el bolsillo del Estado británico del matrimonio de su hijo se hayan incluido 8.000 millones de dólares por las vacaciones adicionales.

Sin embargo, la familia cuenta con un apoyo del 63%, según encuestas recientes, así que el impacto de leales y entusiastas consumidores y empresas incrementando la actividad económica debería también ser algo a tener en cuenta. Al menos esa es una conclusión que puede extraerse por los precedentes históricos.

La boda en 1947 de la Reina y Philip Mountbatten, así como la del príncipe Carlos, se produjo en medio de una profunda depresión económica. En el primer caso, la posguerra y la grave escasez de divisas provocaron una caída anual del 1,9% en relación con los dos años anteriores. Y a 1981 le siguieron dos años en los que la economía caía a un ritmo del 1,6%. Sin embargo, después de ambas bodas la producción aumentó en más de un 3% anual durante varios años.

Intelectuales, republicanos y escépticos se burlarán de cualquier relación entre tonterías ceremoniosas y producción económica. Sin embargo, no debería sorprender si se dejan sentir signos económicos positivos.

Barack Obama y Ben Bernanke han destinado billones de dólares para intentar sin éxito levantar la economía de EE UU. Así que tal vez ahora los americanos se arrepientan de haber dado la patada a Jorge III.

Por Martin Hutchinson

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