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Columna
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Regresa el temor al contagio portugués

La morosidad portuguesa no debe ser un tabú. La zona euro tendría que aclarar que no se llevará a cabo el rescate financiero de Lisboa hasta que se alcance un acuerdo.

Portugal está inmerso en su actual caos debido a que José Sócrates, cuyo Gobierno socialista en minoría ha caído, ha pasado el último año titubeando. El primer ministro rechazó muchas oportunidades para rescatar a su país por parte de sus compañeros de la eurozona; la última, antes de una cumbre hace dos semanas. Ahora el tiempo se ha agotado. Podrían pasar dos meses hasta que se convoquen elecciones y se forme un nuevo Gobierno. Mientras tanto, Portugal tiene que enfrentar un elevado pago de su deuda en abril.

Los socios de Lisboa pueden optar por dos alternativas: ofrecer a Portugal un paquete de rescate, a pesar de que el Parlamento rechazó las últimas medidas de austeridad propuestas por Sócrates; o decirle al país que vuelva cuando haya resuelto su caos político. El resultado más probable, como mi colega Pierre Briançon apunta, será el primero. Pero la mejor opción sería la segunda.

Firmar un cheque en blanco a Portugal sería una burla a las condiciones que regulan la zona euro, encabezada por Alemania, en las que siempre ha insistido. No solo se trata de enviar un mensaje a Portugal. Sería también socavar los esfuerzos de Irlanda y Grecia, que han recibido rescates, y que van por el buen camino.

La preocupación, por supuesto, es que tal posición lleve a Portugal al límite y se produzca un contagio en la región -básicamente, llevando a la zona euro a un momento Lehman. Entonces habría consecuencias. Pero Portugal solo representa el 1,8% del PIB de la zona euro, y sus dos miembros más débiles, Irlanda y Grecia, ya han sido rescatados. El mayor riesgo sería España, que podría volver a estar en el punto de mira. Madrid debería poner en marcha duros planes de contingencia para asegurarse de que esto no suceda.

Y lo que es más, tener mano dura con Portugal no significa ponerla contra las cuerdas. Posiblemente, el temor a un impago inminente haría que los políticos que han votado en contra del plan de austeridad de Sócrates cambiasen de opinión antes de las elecciones. Pero si no lo hacen, el resultado podría ser un desastre. Después de éstas, la zona euro aún estaría ahí para recoger los pedazos.

Por Hugo Dixon.

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