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Columna
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La edad de las nucleares

Los reactores nucleares no cumplen por lo general con la jubilación forzosa. Sin embargo, las plantas más antiguas están, con razón, siendo objeto de escrutinio para su renovación después de la explosión de la central japonesa de Fukushima, que comenzó a funcionar hace 40 años. Estas veteranas plantas, tan longevas como les permita la calidad de su construcción y la seguridad en su mantenimiento, suministran electricidad a bajo precio. Concretamente, por la mitad de lo que cuesta la energía de las plantas de gas de Estados Unidos. La jubilación atómica anticipada incrementará con mucha probabilidad el coste de la producción de gas.

Los gobiernos tradicionalmente mantienen en funcionamiento las plantas nucleares más allá de su vida útil inicial. En los sesenta, las centrales de EE UU ya superaban los 40 años de vida de sus licencias.

Esta tolerancia se ha puesto en entredicho tras la crisis de Fukushima. Alemania reaccionó rápidamente cerrando las plantas construidas antes de 1980 -alrededor de un tercio de la capacidad nuclear del país- y está en tela de juicio si se volverán a abrir. No solo los consumidores del mundo entero perderían esta electricidad barata, sino que, además, el cierre de dichas centrales haría subir el precio del gas. Reemplazar los 100 gigavatios de energía producida por las plantas nucleares en el mundo durante más de 30 años requeriría 16.000 millones de pies cúbicos de gas al día, según ClearView Energy Partners.

Aumentar los estándares de seguridad después del desastre de Fukushima podría resultar muy costoso a la hora de aplicarla en las centrales más antiguas. De cualquier forma, el precio sería una fracción de lo que costaría cerrar las plantas más viejas como concesión a la angustia pública.

Por Christopher Swain

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