El debate se funde
La catástrofe de Fukushima ha superado todas las previsiones y va camino de convertirse en el accidente más grave de la historia, superando con creces al de Chernóbil.
Japón se ha visto superado por los acontecimientos: a la fusión de dos de los reactores de esta central se ha sumado el incendio en las piscinas de la unidad número cuatro, que albergan el combustible gastado (residuos con altos grados de radiactividad) que, al no contar el país asiático con un almacén centralizado temporal (ATC) o permanente, se guardan en cada planta. Los expertos consideran que un incendio en una de estas piscinas puede superar en gravedad al de la fusión de los reactores.
En pleno desastre, lo importante es que los organismos atómicos internacionales, y los países líderes en estas tecnologías, Estados Unidos y Francia, colaboren en el control de la situación y que las posibles nubes tóxicas afecten lo menos posible a la población. Algo muy difícil, teniendo en cuenta la alta densidad demográfica de Japón y que su capital, con 20 millones de habitantes, está a poco más de 200 kilómetros de la central. Bien es cierto que las medidas de seguridad de Chernóbil eran muy precarias, pero era una única central en una zona deshabitada. Hay que recordar que, en varios kilómetros a la redonda, la zona cero de Chernóbil estará precintada durante 300 años. En estos momentos, en medio del desastre, el llamado debate nuclear, ese término que no se sabe muy bien qué significa, y en el que apenas han participado las compañías eléctricas ni los bancos, que son quienes deben realizar las inversiones y financiarlas, pierde su sentido. El debate se centra en estos momentos en la seguridad, y no tanto en la eficacia económica de las plantas nucleares o en su contribución a la lucha contra el cambio climático (¿hay que optar entre el CO2 o la contaminación radiactiva?, se preguntan algunos expertos). Algunos políticos, como la canciller Angela Merkel, anunciaron en un primer momento que había que reforzar la seguridad de las centrales, un mensaje preocupante, pues los ciudadanos presuponen que ya son seguras. Además, Merkel ha dado marcha atrás, de momento, en su decisión de prolongar la vida de las centrales de Alemania, país con una fuerte oposición social a la energía atómica y al que afectó en 1986 la nube tóxica de Chernóbil.
Los partidarios prefieren no debatir en caliente, pero podría pasar mucho tiempo antes de que la normalidad nuclear se recupere, pues los accidentes atómicos son fantasmas con sombras muy alargadas. En cualquier caso, el caso español, el siniestro de Fukushima podría empujar al Gobierno a aprobar el emplazamiento del ATC, aparcado desde hace meses.
Puede empujar a aprobar la ubicación del ATC en España