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Columna
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Imaginación para el norte de África

La Unión Europea necesita un enfoque imaginativo sobre la nueva geopolítica del norte de África. Su acto reflejo parece ser el de vigilar las fronteras para evitar una inundación de inmigrantes musulmanes pobres. Pero la respuesta ideal sería la de acelerar el fin de los acuerdos de libre comercio en bienes, servicios e incluso, parcialmente, mano de obra -como se hizo con Europa del este tras el muro de Berlín-. Eso ayudaría a establecer la democracia y la prosperidad, lo cual forma parte de los intereses a largo plazo de la UE.

Tender la mano a Egipto, Túnez y a cualquier otro país recién liberado para su ingreso en la UE entra, por desgracia, en el ámbito de la diplomacia imaginaria. Durante gran parte de la historia, ambas costas, sur y norte del Mediterráneo, estuvieron económicamente más integradas que el sur de Europa con el norte. Pero solo hay que mirar hacia la resistencia -sobre todo de Alemania y de Francia- a dejar que Turquía entre en la UE, para ver que Europa no está dispuesta a ampliar sus fronteras al sur.

De hecho, la primera respuesta de los políticos europeos a la crisis es la de reunir a los ministros de Interior esta semana en Roma para no dejar pasar a los inmigrantes árabes -en lugar de una reunión de líderes para asegurar que los regímenes democráticos estén asumiendo realmente el control en los países donde los dictadores han sido derribados-.

Consolidar y ampliar una zona de libre comercio en los países del norte de África y del este del Mediterráneo no tiene por qué estar fuera de los límites de lo posible. La oportunidad de construir tal entidad debe sopesarse con el riesgo de no hacerlo. En el lado positivo, existe la posibilidad de tener al lado una economía nueva y vibrante, con una población joven que puede complementar a la multitud envejecida de Europa. En el negativo, se corre el peligro de que un norte de África asolado por la pobreza pueda caer presa de nuevos dictadores o del fundamentalismo islámico.

Se han hecho llamamientos para crear un banco de reconstrucción o algo parecido al Plan Marshall. Ni la UE ni EE UU van a poder aportar fácilmente fondos, mientras que potencias con los bolsillos más holgados, como los estados del Golfo y China, no son exactamente forofos de la democracia. Sea como sea, lo más necesario es el comercio, no la ayuda.

Hugo Dixon

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