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La reestructuración del sector financiero
Tribuna
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¿Qué está pasando realmente en las cajas?

Con cuentagotas llegan informaciones. Se especula y se lanzan órdagos, pero esta vez parecen reales. Hay que conocer todavía los estados financieros, los reales, y bien auditados. Desde hace unas semanas se nos venía advirtiendo que el Gobierno iba a tratar de dar una vuelta de tuerca más a la reestructuración financiera. El guion cobra una nueva partitura.

Ya no se trata de reducir el número, ahora se llama recapitalizar, cambiar la estructura y personalidad jurídica, hacerlas bancos, emitir capital, acciones, y en último caso, si los mercados no responden o discriminan toda vez que las cajas no informan de sus pérdidas, el fondo de rescate inyectará capital público, y entrarán durante un máximo de cinco años en los órganos de gobierno de las cajas. ¿Tan mal estaban las cajas de ahorros y algunos bancos para ahora adoptar medidas tan exigentes y que nada tienen que ver con las fusiones del pasado año?

Lo peor es la zona de penumbra que estos días impregna la atmósfera. Dimes y diretes, posibles medidas, plazos, solvencias, nacionalizaciones. Todo ello bien sazonado de incertidumbres y términos deliberadamente ambiguos. ¿Acaso no es mejor adoptar una regulación seria y rigurosa, e informar con datos ciertos de la verdadera situación, en vez de especular, lanzar cifras y esperar a ver cómo reaccionan todos?

Y de inmediato surgen muchas dudas, ¿qué se sabía hace un año o unos meses de todo esto y por qué no se actuó o se permitieron agrias disputas tanto económicas como políticas en la fusión de algunas entidades?, ¿qué ha hecho en todos estos años la supervisión?, ¿por qué se ha tenido que llegar a este momento de punto final para lo que han sido las cajas de ahorros?, ¿de qué ha servido ese invento anodino y artificioso de los SIP si de lo que se trata es de solvencia y capitalización? Estas han fracasado estrepitosamente, favoreciendo cierto localismo y dependencia aún partidista.

Demasiado tiempo perdido. Ahora todo se reduce al core capital, a la imperiosa necesidad de obtener financiación en los mercados, generar plusvalías, vender activos y riesgo inmobiliario que se les permitió adquirir y especular hasta la extenuación. Algunos lo lograrán, tal vez los más, otros no, y tendrán, primero, que convertirse en sociedades anónimas bancarias, luego, emitir capital y el FROB comprarlo y sentarse en el consejo de administración. ¿Cómo van a obtener capital privado si no se radiografía exactamente un pasivo y unas pérdidas que han atenazado la viabilidad de muchas? Pero hay otra arista que no conviene olvidar, muchos de los gestores y órganos de gobierno de las cajas siguen siendo los mismos que han llevado o conducido a las mismas a esta situación. La realidad es tozuda y la hipocresía alta.

Por ahora era dinero público, bien remunerado a un 7% a través del FROB, pero a partir de este momento, y si se levanta la veda, todo cambiará, serán sociedades y la lucha por el sillón lo marcará el mercado. Adiós a la injerencia nefasta de los políticos en las cajas. Es un comienzo, pero nada volverá a ser igual. ¿Desde cuándo se sabía todo esto?, ¿por qué no se ha querido escuchar a los organismos monetarios internacionales e incluso al Banco de España? Definitivamente, las que sobrevivan segregarán lo financiero de lo fundacional. Veremos dónde se quedan los políticos.

Abel Veiga Copo. Director del Departamento de Derecho Económico y Social de Icade

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