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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Unidad de mensaje en la zona euro

Al presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, no le tembló ayer la voz al recordar que la razón de ser de la entidad que dirige es mantener la inflación bajo control. Ante el creciente impulso que han tomado los precios en los países europeos por el avance de los costes de las materias primas, y por los incrementos de los impuestos en otros muchos como el caso español, Trichet alertó de la posibilidad de tener que tensar los tipos de interés en el medio y largo plazo. No es desde luego cinismo poner el acento en la inflación cuando el petróleo está cerca de los cien dólares por barril. Pero más bien parecía que los comentarios eran de oficio, pues tal como se desarrollan los acontecimientos en los últimos meses y semanas, en el largo plazo, e incluso en el medio a los que hizo alusión, todos calvos.

Pero la sensación que da el presidente del BCE es que vuelve al refugio escapista del lenguaje: más cómodo que haciendo referencias a prácticas más heterodoxas, como una intervención en los mercados de deuda para frenar la especulación sobre los títulos de los países periféricos con más riesgos, se refugia en la política tradicional del BCE de fustigar a los Gobiernos que son incapaces de controlar por sus medios la inflación y que precisan de los correctivos monetarios de Fráncfort.

Pero pese a su excursión dialéctica por la doctrina tradicional para recordar que no se le ha olvidado su trabajo, Trichet lanzó ayer una serie de mensajes que refuerzan la unidad del euro, tras años de cacofonías surrealistas y de desenvolverse en una arquitectura institucional que ha estado a punto de costarle la vida al euro. Reprendió a los Gobiernos que no han culminado sus reformas ni han exprimido suficientemente su capacidad de ajuste fiscal; pidió a los bancos dañados que aprovechen las oportunidades públicas para reforzar su capital, y avaló el proyecto anunciado esta misma semana por la Comisión de ampliar el fondo de rescate y flexibilizar su mecanismo de funcionamiento para que los mercados financieros no tengan ninguna duda de que existe munición suficiente para salir en defensa de cuantas piezas estén en riesgo y del euro mismo.

Quedan así eliminados los dobles lenguajes que tan caros han costado a los países miembros del euro en los últimos trimestres, a unos por el sobrecoste de su deuda y a otros porque han tenido que soportar los rescates con sus propias emisiones. Jean-Claude Trichet conoce que el crecimiento no es hoy un problema salvo para países atrapados en su endeudamiento excesivo, como España, y tampoco la inflación. Pero sí lo es la sangría de credibilidad que puede suponer el ataque sistemático al euro si se carece de capacidad de defensa. Por ello exige a los Gobiernos mayor esfuerzo de reforma, ajuste fiscal y capitalización de la banca para evitar el último recurso del rescate.

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