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Columna
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Corrientes políticas latinoamericanas

La política económica de América Latina se ha desviado hacia los extremos. Con Hugo Chávez en Venezuela y Sebastián Piñera en Chile liderando la izquierda y la derecha, pocos países emplean en este momento un término medio del Consenso de Washington o sus variantes. Las raíces y beneficios de las políticas extremas se están mostrando, pero los resultados completos tendrán que esperar a la contracción del crédito en 2011.

Los países latinoamericanos han tendido históricamente a seguir políticas económicas similares. Entre 1960 y 1980 hubo un considerable control del Estado -a menudo por gobiernos no democráticos- con una fuerte financiación estatal para la industria pesada. En los 90, las políticas centristas del Consenso de Washington estaban en auge. Con los subsidios y la reducción de las barreras arancelarias, la industria se privatizó y la interacción económica entre los países se elevó. Pero siguió el control central de las políticas económicas, los pobres sistemas de educación, el clientelismo, la corrupción y un fuerte gasto público. La baja persistente de los precios de los productos básicos impidió el despegue de Asia y el aumento de la polarización del ingreso.

Desde 2002 los precios de los productos básicos se han disparado, eliminando la mayoría de las restricciones sobre las finanzas de los gobiernos. Esta liberalización se ha usado en Venezuela y Argentina para ampliar el gasto público, expropiar bienes privados cuando los fondos se ponen tensos. Bolivia, Ecuador y Nicaragua se han unido a este grupo que ha tenido un éxito económicamente desigual. Las proyecciones de The Economist sugieren que Venezuela sigue sumida en un declive, mientras que Argentina ha reanudado el crecimiento con rapidez tras la recesión de 2008-2009.

En el otro extremo está Chile, que incluso bajo el Gobierno de centro-izquierda de Michelle Bachelet crea un fondo de estabilización de 19.000 millones de dólares que amortiguó la crisis y e impulsa una política de crecimiento de libre mercado. Colombia se une a este grupo y Perú da muestras de ello.

Brasil y México siguen siendo imponderables. Brasil privatizó en los 90, pero ha elevado el gasto público. La presidenta Dilma Rousseff ha indicado que quiere una mayor intervención estatal en la economía. México, pese al Gobierno de centro-derecha, no ha privatizado el sector eléctrico. La continuación del dinero barato puede dirigir a ambos hacia la izquierda.

Martin Hutchinson

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