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Llámelos el viernes, presidente, no el sábado

La convocatoria que ha hecho el presidente del Gobierno a los que considera 30 empresarios más influyentes del país para el sábado al Palacio de la Moncloa, debería adelantarla al viernes. Así, en vez de pedirles una serie de comportamientos que seguramente ya ellos se esfuerzan por hacer, podría sentarlos a la mesa del Consejo de Ministros y escuchar sus consejos, tomar nota, ... y al BOE.

Esto es un ejercicio de ficción; que nadie se lo tome al pie de la letra, que la democracia es más seria. Pero viendo las caras de sólo una parte del colectivo de empresarios que el presidente del Gobierno ha llamado a Moncloa el sábado para pedirles que hagan un esfuerzo para recuperar la economía española, uno se imagina que si fuese el cartel del Consejo de Ministros, las decisiones serían más rápidas y más efectivas. César Alierta, Emilio Botín, Florentino Pérez, Francisco González, José Manuel Entrecanales, Borja Prado, Rafael del Pino, Amancio Ortega, Rodrigo Rato, Ignacio Sánchez Galán, Isidro Fainé, ... Tomen la cartera que tomen, las decisiones las toman rápido, y seguro que tienen en su cabeza luna hoja de ruta muy simple, muy simple, de qué decisiones hay que tomar en materia de política económica para sacar a España de la crisis.

José Luis Rodríguez Zapatero quiere estimularles a exportar más a darle importancia al sector exterior, como si ellos no supiesen que es ese el único asidero que tienen hoy para cumplir con sus compromisos de inversión, ventas y beneficio. Casi todas las empresas del IBEX ingresan más dinero de fuera de España que de dentro del país. Todos practican lo que Zapatero va a pedirles, y seguramente, aunque tienen problemas, tienen muchos menos que las empresas de mediano y pequeño tamaño que no estarán en la foto del sábado en los jardines de la Moncloa.

Seguro que todos ellos quieren más decisiones en la política económica: una verdadera reforma laboral, no como la aprobada hasta ahora; una verdadera reforma de las pensiones, que despeje el panorama financiero de la Seguridad Social, y con él, el del Estado; un modelo energético que clarifique las fuentes de generación y su remuneración, y que destierre la inseguridad jurídica que atenaza a la inversión; una reforma educativa que prime el esfuerzo y forme para el mercado de trabajo, etc. etc.

Sólo una aceleración rápida de las reformas, y quizás un recorte adicional del gasto público, puede disipar la presión de los mercados, que, aunque tenga mucho de especulativo, tiene más de pérdida de confianza en la capacidad de España para adaptar sus estructuras productivas hasta un nivel que garantice la estabilidad presupuestaria en el medio plazo. Por ello, Zapatero debe aprovechar la reunión con los empresarios para escuchar, no para reclamar. Debe tomárselo como un Consejo de Ministros, aunque sea en la sombra.

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