Firmas a favor de un impuesto europeo
No es muy habitual que alguien abogue por un nuevo impuesto. Y mucho menos, que logre recabar firmas para crearlo. Pero el milagro se ha producido en Europa y lleva la rúbrica de Delors, Solbes, Monti, Borrell, Padoa-Schioppa o Verhofstadt, entre muchos otros.
Parlamentarios y exparlamentarios europeos, excomisarios, exministros nacionales, funcionarios comunitarios, empresarios, abogados, inspectores de hacienda y periodistas han suscrito una Carta al Director del Financial Times en la que defienden contra viento y marea la necesidad de financiar la Unión Europea de manera directa a través de una tasa específica.
La propuesta responde a la ofensiva de varias capitales (Londres, Berlín, Amsterdam o Estocolmo, entre otras) de congelar e incluso reducir un presupuesto comunitario que sólo equivale al 1% del PIB europeo.
Los firmantes entienden que la contribución nacional no puede aumentar en un momento de austeridad y crisis como éste. Por eso sugieren un recargo (sobre el C02 o las transacciones financieras) destinado directamente a las arcas comunitarias.
Como en Bruselas nada se puede llamar por su nombre, la misiva denomina al gravamen como "nuevo recurso propio". Y piden a los Gobiernos (en los que muchos de ellos se sentaron hasta hace poco sin plantear ninguna tasa para la UE) que no vean en esta iniciativa "el espectro de un impuesto europeo ni utilicen [ese nombre] para asustar a la opinión pública".
Poco futuro tendrá la iniciativa si se empieza a enmascarar con la jerga comunitaria.
Les guste o no a Delors y compañía, será difícil que los europeos no llamen "impuesto" a su propuesta. Y si no la explican bien y con claridad, el pánico puede cundir en un continente desencantado con Bruselas, de espaldas a las elecciones europeas y con 23 millones de personas (siete millones más que en marzo de 2008) en la cola del paro que no están para florituras lingüísticas.
La reciente sentencia del Tribunal de la UE, que se ha cargado el Reglamento sobre publicación de los beneficiarios de las ayudas agrícolas (42% del presupuesto), tampoco animará a los contribuyentes a aceptar que Bruselas se financie de manera independiente con mayores recursos.
Y de nada servirán las exageraciones de los firmantes, como la de augurar "una depresión si se recorta el presupuesto comunitario", profecía claramente contradictoria con ese 1% del PIB que lamenta la propia carta.
Imagen: Jacques Delors (izquierda), ex-presidente de la CE, y Guy Verhofstadt, ex-primer ministro belga (Archivo de la CE, 2007).