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Tribuna
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¿Un efecto balsámico para los inversores?

El presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ha aprovechado el pleno monográfico sobre el paro celebrado en el Congreso para anunciar una hoja de ruta que incluye un exhaustivo paquete de reformas que permitan reactivar la economía. Si los mercados querían conocer si el Gobierno español disponía de un plan para la reactivación de la economía, Zapatero ha sido diligente y ha dado a conocer no solo el tipo de medidas que el Gobierno quiere aplicar sino también el calendario de implementación de las mismas.

Es una lástima que el presidente del Gobierno no hubiera visto llegar la crisis con el mismo rigor que explica las causas de la misma. Hay que decir en su favor que ningún responsable político mundial valoró correctamente lo que se avecinaba. Y ahí, probablemente, esté el gran fracaso de los políticos. En el mismo discurso de Zapatero se pudo escuchar que el sector de la construcción "estaba claramente sobre representado en nuestra estructura productiva". Pues si lo sabíamos, y parece que ahora todo el mundo lo sabía, ¿por qué no tomaron medidas para evitar que más de un millón de trabajadores de este sector pasaran a engrosar las listas del paro?

Lo mismo ocurre con el recurso que hacen los políticos a las debilidades estructurales de nuestra economía. ¿Son debilidades que han florecido con la crisis actual? Ciertamente que no, desde tiempos ya lejanos oímos a todos los partidos, cuando ocupan los banquillos de la oposición, reiterar machaconamente la necesidad de llevar a cabo reformas estructurales.

El problema es que cuando son Gobierno, los votos se convierten en la auténtica necesidad y las reformas estructurales se olvidan. Rodríguez Zapatero ha sido claro al hablar de déficit en formación, rigidez en las relaciones laborales, pérdida de peso relativo del sector industrial, escasa apuesta por la ciencia y la innovación. No es que la crisis haya revelado esas debilidades, como dice el presidente del Gobierno, todos conocíamos esas debilidades, pero ningún Gobierno se ha enfrentado a ellas.

El análisis de la situación económica española que al principio de su discurso hace el presidente del Gobierno coincide en lo esencial con el avance de perspectivas económicas presentadas el mismo día por la OCDE. El PIB se mantendrá plano en este año y se espera un leve crecimiento del mismo para 2011 (1,3% según el Gobierno, el 1% la OCDE). Pero mientras no crezcamos por encima del 2% no habrá recuperación de empleo. Y las expectativas no señalan que esto pueda suceder antes de 2013.

En definitiva, el mensaje es el que venimos oyendo desde hace algún tiempo. La recuperación de la economía será lenta y, mientras no se recupere la actividad económica, no se recuperará el empleo.

Y está recuperación, señala el presidente del Gobierno, debemos realizarla con el compromiso de reducción del déficit presupuestario y de la deuda, ya que de ellos depende la confianza en nuestra economía. Con estas limitaciones, José Luis Rodríguez Zapatero ha anunciado la continuidad de la Estrategia de la Economía Sostenible como eje de tránsito hacia un modelo más equilibrado, competitivo e innovador, el anuncio de numerosas medidas dirigidas a favorecer el entorno de las empresas, con políticas específicas para sectores industriales estratégicos (automoción, agroalimentario, aeroespacial, TIC, comunicaciones, etc.) y la racionalización del sector público empresarial.

Hay que reconocer que el paquete anunciado es extenso y completo. Los mercados probablemente queden satisfechos por unos días. Lo importante ahora es que no solo sea un enunciado, sino que el contenido de cada actuación sea el correcto y se lleve a la práctica. Son ya muchas las ocasiones en que el envoltorio presentado era llamativo y su contenido nos ha decepcionado.

Y, en relación a la oposición mayoritaria, una pregunta: ¿será capaz de pensar aunque solo sea por una vez en el bienestar del país y no en cómo llegar antes a La Moncloa? Estoy absolutamente convencido de que una colaboración manifiesta, de, por lo menos, los dos grandes partidos españoles, tendría un doble signo positivo: ayudaría a resolver los problemas específicos de la crisis en España y mejoraría la deteriorada imagen que actualmente presenta la clase política.

A ver si un día se dan todos por enterados.

Agustín Ulied. Profesor del Departamento de Economía de Esade (URL)

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