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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El camino es la coordinación monetaria

La temida guerra de divisas ha estallado tras la decisión de la Reserva Federal de EE UU de inyectar liquidez en su sistema monetario con la compra de deuda estadounidense por valor de 600.000 millones de dólares (425.000 millones de euros). El euro ha sido la primera víctima de tal decisión. Subió ayer con fuerza, impulsado ciertamente también por la decisión de Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, de no emular las políticas de estímulo de su homólogo americano. La opción europea fue mal recibida por los mercados internacionales, que castigaron la deuda de varios países de la zona euro al interpretar que el BCE abandonaba a su suerte la divisa común.

Están en peligro los intentos de coordinación económica y financiera de las grandes economías mundiales. La pretensión de EE UU para que China se someta a las reglas de los mercados cambiarios y, en menor medida, que Alemania incentive su consumo interno, se ha saldado con la decisión unilateral de la Reserva Federal. Es cierto que el motivo de Ben Bernanke para aprobar sus nuevas medidas cuantitativas es incentivar el consumo rebajando el precio del dinero al poner más dólares en circulación. Sin embargo, semejante medida tiene un efecto colateral inmediato sobre el tipo de cambio del billete verde perjudicando notablemente la competitividad del euro, pero también del yen japonés, la libra británica o el franco suizo, entre otras. No sería extraño que el Banco de Japón reaccione hoy con medidas defensivas para aliviar su divisa de la presión a la que ha sido sometida desde la Reserva Federal.

Trichet, sorprendentemente, defendió ayer con poco acierto la decisión de su colega Bernanke, declarando su confianza en que la Reserva Federal no quiere un dólar débil. Curiosa interpretación del nuevo plan de compra de deuda estadounidense aprobado el miércoles. No fue tan condescendiente el ministro alemán de Economía, Rainer Brüderle, que mostró "preocupación" por la decisión estadounidense y consideró que su intención es influenciar el tipo de cambio del dólar con su política monetaria. Es evidente, aunque no lo interprete así Trichet.

La próxima semana se reúnen los líderes de los países del G-20 para concertar estrategias económicas globales, con el punto central de debatir la política cambiaria. Desgraciadamente, el ambiente será tenso tras las decisiones de China de no revaluar el yuan y de EE UU de devaluar de forma encubierta el dólar. Habrá que ver qué hace hoy Japón. En medio de esta batalla, la zona euro se ha quedado con los flancos descubiertos. Es de esperar que en la reunión de Corea el G-20 recomponga la coordinación internacional e impere la buena voluntad de las partes, único camino para poder incentivar el comercio mundial. Si continúan las decisiones unilaterales, el planeta se aboca a un penoso proteccionismo que no beneficiará a nadie.

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