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Tribuna
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Tiempo para el consenso

El primer reto que deberá afrontar el nuevo ministro de Trabajo es que le dejen serlo. En general y, en especial en periodos de crisis, los ministros de Trabajo suelen quedar emparedados entre las legítimas exigencias de la ciudadanía en relación al empleo y las decisiones que les vienen marcadas desde el Gobierno o el Ministerio de Economía.

El segundo reto va a ser evitar la esquizofrenia entre lo que piensa y dejó escrito sobre la reciente reforma laboral y la responsabilidad política que asume en su desarrollo reglamentario. Es posible trabajar para que los reglamentos de la Ley 35/2010 sean lo menos conflictivos posibles, pero en los aspectos centrales, los márgenes son muy estrechos sin modificar los contenidos de la ley.

Y éste es el tercer reto, no autoimponerse el límite de la no modificación de la ley, si se confirma su escasa utilidad. Aunque este movimiento no depende de él, sino del presidente del Gobierno.

Ni las leyes laborales ni los ministros de Trabajo crean empleo, aunque se defienda lo contrario cuando se trata de justificar reformas laborales que restringen derechos. En cambio, desde el Ministerio de Trabajo pueden mejorarse las políticas activas de empleo. Comenzando por dotar a los servicios públicos de empleo de más recursos económicos y personal cualificado, para que España deje de ser el país que menos empleados públicos dedica a facilitar la búsqueda de empleo por cada persona parada. Resulta imprescindible el establecimiento de criterios comunes para todos los Servicios de Empleo en relación a objetivos, indicadores de eficiencia e información compartida.

También es una oportunidad para regular el funcionamiento de las empresas de outplacement, incorporando su función al régimen de colaboración con los Servicios Públicos de Empleo, evitando la discriminación entre grandes empresas y pymes y acabando con algunas prácticas no recomendables en los expedientes de regulación de empleo. Debería regularse la exigencia de que todos los agentes públicos y privados que desarrollan la función del Servicio Público de Empleo deban desarrollar actuaciones específicas y eficientes para facilitar el empleo de personas con especiales dificultades de colocación. Y, sin duda, la reforma de las políticas de formación profesional en todas sus dimensiones, en las cuales Valeriano Gómez ha trabajado como experto.

Un reto en mayúsculas serán las negociaciones sobre Seguridad Social. Existe tiempo y margen legal, social y político para ello. Porque la Seguridad Social terminará con superávit en 2010 y todo apunta que también en 2011, además de disponer de un Fondo de Reserva de más de 64.000 millones de euros. Para ello, deberá vencer el obstruccionismo del PP que le devuelve al PSOE su comportamiento durante la reforma del año 2001 y la tentación de utilizar la reforma de las pensiones como un nuevo mensaje a los mercados. A pesar de estos riesgos, que son políticos, no económicos, existe tiempo para construir el consenso y margen para reformas legales racionalizadoras y no regresivas en términos sociales.

Otro reto será no olvidar como ministro una cosa que conoce y ha defendido como economista. A saber, que pocos de los problemas que tiene nuestra negociación colectiva tienen su origen en las leyes, como lo demuestra la aplicación de la reforma laboral de 1994. Y muchas de las cosas que deben hacerse están contenidas en los acuerdos interprofesionales firmados por CC OO, UGT y CEOE y que no se han cumplido, ni llevado a la práctica de los convenios. Esperemos que los cambios en la presidencia de la CEOE le ayuden en este sentido.

Es importante que no suceda con la reforma de la negociación colectiva como con la reforma laboral, que queriendo resolver unos problemas se crean otros nuevos y mayores. En este caso, el problema mayor sería que se haga desaparecer el carácter normativo de los convenios para convertirlos en meros contratos colectivos entre las partes. O acabar como algunos plantean, con la negociación colectiva sectorial en beneficio de los convenios de empresa en un país donde la inmensa mayoría de las empresas son micro y pequeñas empresas y en ellas la negociación colectiva sin un paraguas más amplio es una entelequia.

Estos diez retos se resumen en dos, que le dejen ser ministro de Trabajo y que consiga recuperar el diálogo social.

Joan Coscubiela Conesa. Profesor de la Facultad de Derecho de Esade (URL)

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