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Crónica de Manhattan

¿Objetivo a batir?: sanidad

Quedan 16 días para las elecciones de mitad de legislatura en EE UU. El 2 de noviembre se renueva un tercio del Senado y la totalidad de la cámara de Representantes. Además, algunos estados, como Nueva York y California, elegirán nuevo gobernador. La campaña está siendo dura, muy poco convencional -por la irrupción del Tea Party en posiciones ultraconservadoras- y con un fuerte protagonismo de organizaciones, no directamente relacionadas con los partidos, y que están pagando anuncios electorales (mayoritariamente republicanos) sin tener que informar quién las financia.

Las últimas encuestas apuntan a que el esperado barrido republicano, sobre todo en la cámara de Representantes (que tiene la iniciativa legislativa en cuestiones presupuestarias), pueda ser algo menor de lo esperado porque los demócratas están arañando puntos. Eso sí, la batalla por los escaños se ha extendido a más circunscripciones, lo que, en cualquier caso, puede terminar complicando el escenario a los demócratas.

Si las encuestas no se equivocan mucho, el republicano John Boehner podría desbancar a Nancy Pelosi y convertirse en líder de la cámara Baja. Así las cosas, el hombre que despachó su negativa a la reforma de la sanidad con un grito repetido de "hell no!" (que en interpretación libre se podría haber oído en castellano como "¡maldición, no!") se convertiría en uno de los hombres con mayor influencia en Washington.

Es algo que permitiría a su partido avanzar o plantar cara a la Casa Blanca en muchas cuestiones, entre ellas, y de forma significativa, la reforma de la sanidad, que aún da sus primeros pasos.

Esta legislación, que es una de las victorias de Barack Obama durante la primera mitad de legislatura, es una bestia negra para los republicanos que Boehner personificó con su grito en la cámara. En el programa electoral republicano, Pledge to America, presentado el mes pasado, uno de los objetivos es revocar la ley. No es algo que puedan hacer fácilmente y desde luego de ninguna manera estando Obama, con su derecho de veto, en la Casa Blanca. Lo que pueden hacer es dejarla en el limbo negando la financiación para su desarrollo y así evitar su lenta y progresiva entrada en vigor.

Es algo que no hacen más que prometer los candidatos republicanos y que es aplaudido por los votantes del Tea Party, cuyo ideario les lleva a apoyar a quienes revoquen esta reforma, más recortes de gastos presupuestarios planteen y quieran la reforma de las pensiones y la financiación pública para la sanidad a mayores de 65 años, Medicare (que por cierto beneficia a buena parte de la demografía de estos votantes).

Los datos oficiales elevan los gastos de poner en marcha la regulación (entre ayudas y subsidios) y supervisar que se cumple en 20.000 millones de dólares en los próximos 10 años.

Si ganan la cámara, los republicanos darán la primera batalla en el debate del presupuesto, poco después de que tomen posesión de su escaño los legisladores. Obama plantará batalla y la disputa estará servida hasta las siguientes elecciones, convirtiendo la sanidad en bucle continuo de pelea electoral. Definitivamente, la firma de Obama en la ley no es la última palabra en esta cuestión abierta desde hace más de 40 años.

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