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Columna
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La primera y única medida de Rajoy

Cuando llegan las campañas electorales, que ya están llegando, los candidatos que se sienten con posibilidades de triunfar se afanan a todo meter en adelantar cuáles serían, if I am elected, las primeras -10, 20, 50, 100- medidas que adoptarían al formar su Gobierno.

Cualquier lector de periódicos diría que ya hemos entrado de lleno en varias de esas campañas. La de las catalanas, la de las designaciones de cabezas de cartel para las generales, la de las autonómicas y municipales y a Mariano Rajoy le ha faltado el tiempo para declararse.

De otra parte, sabemos que la reiteración obsesiva, la reducción conversacional al monotema, suele hacer su aparición a partir del alcoholismo en tercer grado pero en el caso del actual presidente del Partido Popular, hace tiempo que tenemos comprobada que esa tendencia circular, propia de la tradición semítica de dar vueltas a la noria y reiterar el estribillo de los salmos, se produce sin haber ingerido líquido alguno.

Así, por ejemplo, en la prensa de ayer jueves podía leerse que para Rajoy "la primera medida económica y salir de la crisis es cambiar de Gobierno". La primera medida y también la única que ha dado a conocer. Para volver a remachar ese clavo, el presidente del PP prefirió desplazarse a Puertollano, en la provincia de Ciudad Real, donde ejecutó su número favorito ante un auditorio adicto de mujeres rurales. Enseguida presentó su bálsamo de Fierabrás, su piedra filosofal, y dijo que para crear empleo hace falta confianza, y que sólo llegará cuando él ocupe La Moncloa.

Como dijo el periodista norteamericano Phil Bennet, después de un amplio reportaje para El País, "en el fondo, cada vez más, parece que el plan económico de Rajoy consiste en apartar a Zapatero del poder". O sea, que hemos llegado a un momento en que Mariano Rajoy, en lugar de presentar medidas alternativas, opta por presentarse él mismo como la solución, en plan mesiánico de "yo soy el camino, la verdad y la vida" y sólo por él saldremos de la crisis.

Entre tanto, su antagonista, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, choca con derecha e izquierda para sacar adelante la reforma de las pensiones y el Partido Popular se afana en buscar apoyos para enmendar la congelación de los Presupuestos, que es una medida obligada sobre la que estamos siendo escrutados por la Comisión de la Unión Europea y por esos mercados a los que debemos acudir una y otra vez para obtener la refinanciación de nuestra deuda.

El Gobierno, que se ha visto penalizado por las agencias de calificación, observa ahora cómo Bruselas cuestiona la independencia de las auditoras y su oligopolio, jaleadas cada vez que nos perjudicaban desde esa óptica destructiva del cuanto peor mejor, o si se prefiere cuanto más se debilite nuestra consideración como país más cerca del umbral de Moncloa se encontrará Mariano Rajoy.

Se trata de una apuesta que tampoco está garantizada, como demuestra la última encuesta disponible, la del Pulsómetro de la Cadena SER. Primero, porque sólo un 17% querría a Rajoy como candidato, muy por detrás de José María Aznar, con un 23,3%; de Esperanza Aguirre, con un 32,7%; de Rodrigo Rato, con un 46,2%, y de Alberto Ruiz-Gallardón, con un 58,5%. Segundo, porque todo apunta a que el presidente Zapatero ha emprendido una etapa final decidido a cargar sobre sus espaldas el coste de las medidas anticrisis, cumpliendo el "me cueste lo que me cueste", concluida la cual cederé el testigo a otro socialista para que concurra como cabeza de cartel a las elecciones. Una decisión que dejaría desestabilizado a Rajoy, una vez que su discurso ha quedado reducido a pedir la salida de Zapatero. Veremos.

Miguel Ángel Aguilar. Periodista

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