Hacia un mejor marco cambiario
La férrea resistencia de China a no revaluar su moneda, y especialmente a no dejarla flotar en función del mercado, está causando desajustes en la política monetaria internacional difíciles de sostener. El gigante asiático es la segunda potencia económica mundial, tras haber desbancado este verano a Japón, y la primera potencia comercial tras una reñida disputa con Alemania por el primer puesto. Semejante rol en la escena internacional conlleva unas responsabilidades políticas, pero sobre todo económicas, que el Gobierno de Wen Jiabao no puede seguir obviando, porque el comportamiento monetario de su país es claramente desleal con sus socios comerciales.
Estados Unidos lleva años presionando a Pekín para que revalúe el yuan, pero con escaso éxito. Europa y Japón han sido más condescendientes con China en los últimos años, pero ahora el entorno monetario está castigando especialmente a sus divisas, el euro y el yen. La moneda comunitaria lleva semanas desbocada y ayer superó los 1,38 dólares, colocándose en los niveles anteriores a la crisis de deuda soberana. Por su parte, la japonesa también mantiene su fortaleza y ni la rebaja de los tipos hasta el 0% efectuada ayer por el Banco de Japón ha servido para aliviar la presión.
Al problema cambiario se suman, además, las ingentes reservas de dólares y de euros que el Tesoro chino acumula y, sobre todo, la disposición de las autoridades del país a seguir adquiriendo deuda pública de muchos Estados -incluida España-, obligados a emitir para poder financiar sus abultados déficits públicos. Wen Jiabao, de viaje en Europa para la cumbre Europa-Asia que se celebra en Bruselas, ha anunciado la compra de deuda griega y de otros Estados en un claro intento de suavizar las exigencias de unos países comunitarios con las finanzas desastrosas y la banca necesitada de recapitalización. Pero esto no debe limitar la presión de una UE para mejorar el equilibrio cambiario internacional.
En este contexto, cobra sentido una negociación multilateral para reorganizar el mercado de divisas, con un nuevo sistema de tipos de cambio como defiende el presidente francés, Nicolas Sarkozy. Un modelo donde el yuan tenga mayor flexibilidad. En la negociación, Pekín pedirá algo a cambio, como el reconocimiento de economía de mercado en la OMC.
Negociar es la opción más sensata, pues la alternativa de una guerra comercial contra China como se empieza a plantear sería desastrosa. Todos los países saldrían perdiendo porque por ahora el made in China es una salvaguardia contra la inflación. Además, muchas empresas occidentales ya fabrican en el gigante asiático y sus productos se verían perjudicados si se aplican trabas arancelarias. El futuro pasa por la apertura, no por el proteccionismo.