Matrimonio a la fuerza
Alemania lleva suspirando largamente por una alianza entre sus problemáticos bancos regionales (LB) y parece que finalmente se han dado por aludidos: BayernLB y WestLB, la segunda y tercera entidad regional por tamaño, exploran una unión. Con 590.000 millones de euros en activos se podría colocar como la tercera del país tras Deutsche Bank y Commerzbank. Aún así, Berlín tendrá que usar toda su influencia para resolver los obstáculos.
Cuando la UE detuvo en 2005 el uso de las garantías del Estado para que estas entidades accediesen a créditos ultra baratos, muchos apostaron por un proceso de concentración. En su lugar, se embarcaron en unas desastrosas finanzas de alto riesgo. Entre los dos sumaron pérdidas de 8.000 millones en 2007 y 2008 y han recibido 13.000 millones de dinero público.
Los bancos regionales todavía tienen un papel que jugar, aunque más limitado que en los días de la barra libre del crédito. Aportan casi el 20% de los préstamos corporativos en el país, según los ratings de Fitch y apoyan a las cajas de ahorro -donde tienen su dinero la mayoría de los alemanes- para acceder a los mercados de capitales. Pero la consolidación parece el paso lógico. Actualmente generan retornos del capital de un sólo dígito, muy por debajo de sus grandes competidores europeos. Reduciendo el número de entidades debería aumentar el margen y reducir costes.
La UE ha ordenado a WestLB encontrar nuevos accionistas en 2011 a cambio de las ayudas públicas recibidas, lo que deberán tomarse en serio. Sin embargo, hacer equipo con BayernLB no será fácil. Los Gobiernos regionales y las cajas de ahorro que controlan las dos entidades querrán una buena parte del futuro banco y decidir el reparto será peliagudo. BayernLB pone más dinero, pero su balance es más turbio que el de WestLB, que descargó sus activos tóxicos en un banco malo. Reducir costes, también será políticamente complicado.
Unir dos bancos débiles no supone obtener uno sólido, aunque si Berlín hace bien el trabajo, puede servir de modelo. Quizá entonces los bancos regionales pueden dejar de ser una vergüenza para Alemania.
Nicholas Paisner