Sociedad del conocimiento, ¿tópico o realidad?
Con la llegada de las lluvias de otoño, emergen los debates sobre los Presupuestos del Estado y, particularmente en los últimos años, sobre las partidas de los mismos dedicadas a la Ciencia, al I+D y a la Innovación. Este síntoma de buena salud cívica -que nos ocupemos de ese asunto- es señal de que hemos madurado como sociedad y que empezamos a darle sentido a la importancia que tiene acertar en las decisiones que se tomen en estos ámbitos.
Como pasó en el año anterior, las opiniones sobre las consecuencias del anunciado recorte presupuestario del Ministerio de Ciencia e Innovación afloran e intentan informar sobre cómo lo ven los distintos colectivos afectados: científicos consolidados, investigadores en su etapa de consolidación, empresas con proyectos, empresas en crisis. Otra vez, una buena práctica democrática que demuestra interés y deseo de participación.
Desde mi visión, basada en la experiencia de las industrias tecnológicas agrupadas en Aetic, quiero sumarme a este proceso de formación de opinión y para ello parto de enunciar una tesis aun poco compartida. En este proceso que va de la ciencia a la innovación es un profundo error enfrentar los distintos pasos que se producen en su camino. Lo relevante, lo nuevo, es entender que se trata de un mundo estrechamente relacionado, para nada lineal y en el que no sería correcto y mucho menos inocuo tratar de actuar con criterios sectoriales o grupales.
Es fundamental contemplar el conjunto de necesidades y hacer una apuesta presupuestaria coherente que haga verdad la máxima de que nuestra salida para la creación de empleo, la construcción de un nuevo modelo económico, pasa por la sociedad del conocimiento. Esa apuesta debería ser contundente; es decir, deberíamos disponer de un muy buen presupuesto. A continuación, habría que darle prioridades, direccionamiento, etc.
A qué dedicar los recursos, a quién primar, etc., es muy relevante en tiempos de escasez. Las empresas tenemos que realizar ese ejercicio, de forma permanente, pero no es exclusivo de las mismas. Soy consciente de que, en estos tiempos en los que falta alegría, no se recauda lo que se esperaba, los flujos de crédito y de ventas son menores de los planificados, la tarea del ministerio a la hora de distribuir un presupuesto ajustado es dura y compleja.
Desde el respeto por esa labor, una recomendación coherente con lo antes enunciado: ciencia e innovación es un sistema complejo e inestable para el que hay que mantener un difícil equilibrio. Somos un conjunto -científicos, empresas y organismos involucrados- agrupado en un sistema joven y, por ello, no en condiciones de soportar unos periodos largos de sequía, restricciones de crédito, etc., sin que se afecte de forma grave a su estructura intrínseca. Hay que dedicar mucha atención a qué se dirigen los recursos escasos, pero nunca desde la óptica de dejar que alguna de sus partes se agoste, pues como sistema integrado, un mal parcial terminará afectando al todo.
Volviendo al asunto de la asignación presupuestaria, es ciego ignorar que nuestro país no está como estaba en los momentos anteriores al arranque de la enorme crisis que nos invade. Por ello, es razonable pensar en ajustes presupuestarios, en que las cantidades puedan cambiar de tendencia y a lo mejor hasta puedan descender. Sin embargo, cuando se quiere dar un giro, un cambio fuerte, como se dice hasta la saciedad, éste es el momento de evidenciarlo con un presupuesto donde la ciencia, la I+D y la innovación sean protagonistas, creciendo de forma significativa, y no continuando con el modelo vigente que se conforma con ajustar unas décimas menos respecto a la caída generalizada.
Por lo tanto, creo que sería una señal inequívoca a todos, mercados, empresas, inversores, trabajadores, que los presupuestos 2011, con independencia de su cuantía total, sean rupturistas en términos de apuesta política por la ciencia, la I+D y la innovación. Así sí podríamos decir que el discurso oficial se corresponde con la realidad; lo contrario seria confirmar lo que ya es un tópico que me niego a admitir: las referencias al nuevo modelo económico, a la sociedad del conocimiento, no pasan de ser un manido mensaje electoral. Por esa senda iremos mal.
Francisco Marín. Presidente de la comisión de innovación de AETIC