_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Productividad

José Carlos Díez

El huracán financiero que asoló España antes del verano se aleja de nuestras costas pero no ha remitido ya que sigue haciendo estragos en Grecia, Portugal e Irlanda. Alegrémonos de haber acertado con las medidas pero no nos relajemos, la confianza de los inversores sigue bajo mínimos y cualquier traspié puede hacer que la niebla vuelva a cubrir nuestra querida España. La intensidad del huracán fue de tal magnitud que era esperable que los daños sobre la economía real fuesen cuantiosos, pero por fortuna no ha sido así.

Tras conocer los datos de contabilidad nacional del segundo trimestre, la economía ha registrado el mayor crecimiento del consumo privado en los países desarrollados con un 4,5% de crecimiento anualizado. Algo de efecto anticipación por la subida del IVA no desluce el dato y aunque las ventas de coches caerán en el tercer trimestre, tras el final de las ayudas, sólo pesan un 5% del consumo total y la caída será más que compensada por el 95% restante.

Nuestras exportaciones de bienes siguen su intensa recuperación y están a punto de superar los niveles de 2008 previos a la Gran Recesión, algo que en Europa sólo ha conseguido Alemania. Las pernoctaciones turísticas de extranjeros también se han recuperado con fuerza en 2010, ya superan también los niveles del verano de 2008 y serán el principal componente que contribuirá a tener un crecimiento positivo del PIB en el tercer trimestre. La inversión en equipo de las empresas se recupera con fuerza, muy ligada a sectores exportadores que han demostrado con creces su competitividad. Tras diez años soportando un diferencial de inflación con nuestros socios europeos y tras la mayor caída del comercio mundial conocida, la empresa que haya sobrevivido es inmortal.

El problema es que nuestro purasangre sigue digiriendo los excesos residenciales de la última década y ahora se une el plan de austeridad y los problemas de financiación de nuestras comunidades y ayuntamientos que ha hundido un 35% la licitación de obra pública en el último año.

Pero ¿cómo explicar el buen comportamiento del PIB ex vivienda y construcción? La respuesta siempre suele ser la misma en economía: productividad. En la mayoría de argumentos sobre la economía española y escenarios a futuro se sigue hablando de nuestro bajo crecimiento de la productividad, pero la realidad demuestra que es un tópico. En 2008 y 2009 se ha cumplido de nuevo el comportamiento anticíclico de la misma, algo que ya sucedió en 1979 y en 1992. Desde 1976 un tercio del crecimiento de la productividad se concentra en los periodos recesivos. Pero en el último ciclo, que comenzó en 1994, el 75% del crecimiento de la productividad del periodo se ha producido en 2008 y 2009.

La ineficiente regulación de nuestro mercado de trabajo ayuda a explicar el anormal patrón de nuestra productividad y está por ver los efectos de la reforma aprobada recientemente por el Congreso, pero el boom residencial ha sido determinante. La construcción de viviendas tiene una productividad un 20% inferior al promedio de la economía y ha crecido menos que el promedio en el último ciclo. Esto explica que cuando se ha desplomado el boom residencial hayan aflorado los avances de productividad en el resto de sectores.

Tras la recesión, si calculas el crecimiento promedio anual de nuestra productividad desde 1994 es del 0,5%, tan sólo una décima inferior a la de nuestros socios de la eurozona. Esto explica que tengamos un 10% más de productividad que el promedio de la UE 27 y en 2009 hemos superado a Alemania, sin duda un hito histórico. No obstante, sigue siendo un crecimiento bajo si lo comparas con EE UU, aunque tiene mérito ya que hemos aumentado un 50% nuestra base de ocupados, de nuevo el mayor crecimiento del empleo acumulado de los países desarrollados.

Conclusión, nuestra convergencia en renta con nuestros socios europeos es permanente, la incapacidad para devaluar no será un impedimento para nuestra recuperación, nuestra pertenencia al euro no está en cuestión y nuestro endeudamiento público y privado es sostenible. ¿Qué sucederá en la próxima década? Nuestra renta por habitante y nuestra productividad están en el promedio europeo y, por lo tanto, el futuro está en nuestras manos. Lo que queda de nuevo en evidencia es que apostar contra nuestro purasangre es jugar a caballo perdedor, especialmente si lo haces contra nuestros consumidores.

José Carlos Díez. Economista Jefe de Intermoney

Archivado En

_
_