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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Emergentes reforzados tras la crisis

No por ser obvios, los tópicos dejan de cumplirse. Al contrario. Y uno de los más extendidos en los últimos tiempos es que las crisis son generadoras de oportunidades, bien sea a título individual, en el ámbito corporativo o en la trayectoria económica de los países. Así ha ocurrido con las economías emergentes.

La crisis financiera global desatada en los países ricos el verano de 2007 ha afectado, como no podía ser de otra manera, a los países en desarrollo. Pero lo ha hecho de forma más limitada y éstos ya han recuperado ritmos de crecimiento anteriores, mientras que las economías más avanzadas siguen sin despegar. Como grupo, los emergentes, encabezados por China, India y Brasil, se han manifestado como una fuente de fortaleza para la economía global. Y esto se debe, primero, a que sus economías no participaron directamente de la burbuja tecnológica de 2000 ni de la ilusión del crecimiento sin fin que se generó en EE UU alrededor de las hipotecas basura en la segunda parte de la década. Mientras la primera potencia se constituyó en epicentro de la crisis financiera global y otros países como Reino Unido -y también España-, sufrieron dificultades similares, las grandes economías emergentes quedaron al margen de aquellos episodios. Sus sistemas financieros, especialmente los de los dragones asiáticos, mostraron resistencia al vendaval gracias a las reformas aplicadas tras la crisis que azotó aquel continente a finales de los noventa.

La rapidez con que los grandes emergentes han superado la crisis global, la percepción de que el riesgo en éstos se ha reducido y el consenso en los organismos multilaterales de que su crecimiento superará ampliamente al de los más desarrollados ha animado a los inversores, que han puesto sus ojos en esas economías.

La crisis también ha servido para multiplicar su peso, especialmente de los cuatro grandes -China, India, Brasil y Rusia- en el panorama internacional. La transición del G-7 como club de los ricos -y del ampliado G-8, en el que se les sumaba Rusia-, hasta el mucho más representativo G-20 se ha hecho con más naturalidad debido a la crisis. De esta manera, la voz de los grandes emergentes suena hoy con mucha más fuerza y representatividad.

Pero esta convergencia, que les convierte en clave de la nueva estabilidad financiera internacional, no está exenta de obligaciones. La primera será colaborar en el diseño del nuevo equilibrio económico global, un mensaje que ya les han dirigido los presidentes de la Reserva Federal, del BCE y del FMI, y que en términos prácticos se centra en que todos los países jueguen con las mismas reglas. Esto se sustancia en reclamaciones tan concretas como que China flexibilice el tipo de cambio e impulse su demanda interna. Porque el mundo ya no depende sólo, como hasta hace poco, de la capacidad de consumo de EE UU y de Europa.

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