Obama: mezquitas, economía y elecciones
Cuando miro atrás a mis años en Hawai, me doy cuenta de lo verdaderamente afortunado que fui de haberme formado allí. El espíritu de tolerancia de Hawai puede no haber sido perfecto o completo, pero fue -y es- real. La oportunidad que Hawai me ofreció -de experimentar una variedad de culturas en un clima de mutuo respeto- se convirtió en una parte integral de mi visión del mundo, y en la base para los valores que más estimo". Así escribió Barack Obama en 1999 en un artículo para la revista Punahou Bulletin, del Instituto Punahou de Hawai, donde Obama estudió como adolescente. Los valores de Obama, objeto de debate hoy a propósito de sus declaraciones asociadas a la posible construcción de una mezquita en la Zona Cero de Nueva York, fueron forjados hace muchos años y, por lo que a Obama se refiere, no están sujetos a revisión. Para él, esos ideales están injertados en la Constitución americana y en los documentos escritos por los fundadores de la República.
El 13 de agosto de 2010, el presidente Obama continuó con la tradición de la Casa Blanca de ser anfitrión de un Iftar -la comida que abre el inicio del ayuno- celebrando el Ramadán en el State Dining Room de la Casa Blanca. Durante la cena, dejó clara la importancia de la libertad religiosa "como uno de los principios fundadores de nuestra nación: nuestros fundadores entendieron que la mejor forma de honrar el lugar que la fe ocupa en la vida de nuestro pueblo fue proteger su derecho a profesar la religión. En la Ley de Virginia de Establecimiento de la Libertad Religiosa, Thomas Jefferson escribió que 'todos los hombres deberían ser libres de profesar y mantener mediante la argumentación, sus opiniones en cuestiones de religión'. La primera enmienda de nuestra Constitución establece la libertad de religión como la ley de la tierra. Y ese derecho se ha mantenido desde entonces", afirmó Obama.
Barack Obama es un hombre que aprecia enormemente la diversidad, en todos los sentidos, y que reconoce esa misma diversidad en los textos fundadores de la Nación americana. Además, Barack Obama es una persona que no cambia fácilmente sus convicciones, aunque esto pueda costarle votos. Bien puede decirse que Obama es el hombre de "las reformas". Desde que tomó posesión como presidente, el 20 de enero de 2009, ha cumplido 400 de sus 500 promesas electorales y ha conseguido sacar adelante grandes reformas, como la de la sanidad y la del sistema financiero. Ahora le toca el turno a la reforma de la inmigración, que antes que él, intentaron aprobar sin éxito otros presidentes, tanto demócratas como republicanos, entre ellos George W. Bush, con la ayuda del senador, también republicano, John McCain, quien ahora se manifiesta en su contra, por motivos puramente electorales.
Barack Obama muestra analogías con otros presidentes anteriores. Con Kennedy no sólo comparte la juventud y la afiliación al partido demócrata. Son los dos presidentes (o políticos norteamericanos) que más han tenido que hablar de religión en campaña electoral. Kennedy, para defender que, como presidente católico, no estaría sujeto a Roma y que mantendría la separación entre la Iglesia y el Estado. Obama, para dejar claro que, aunque su nombre completo sea Barack Hussein Obama, él no es musulmán, sino cristiano, como con maledicencia sostienen sus enemigos políticos. Lo deja bien claro en sus dos libros de memorias (Sueños de mi padre y La Audacia de la Esperanza) y en numerosos discursos a lo largo de su carrera política.
Con Bill Clinton también comparte Obama juventud y pertenencia al partido demócrata. Al igual que Clinton en 1994, Obama se enfrenta en 2010 a un año electoral en que se renuevan las Cámaras de Congreso y Senado y se elige a un buen número de Gobernadores. En 1994, tras la fallida reforma de la sanidad capitaneada por Hillary Clinton, los demócratas perdieron la mayoría en ambas cámaras, por vez primera en cuatro décadas. Como hoy con el movimiento ultraconservador Tea Party y una figura emblemática como Sarah Palin, entonces también existió un fenómeno republicano de los llamados "neocon" que capitaneados por Newt Gringich (posible candidato presidencial por el partido republicano en 2012), enunciaron el famoso "Contrato con América" cuyo objetivo fundamental era reducir el peso del Estado en EE UU.
Parece que la historia se repite, al menos en lo que al movimiento conservador se refiere. Pero ahí acaban las similitudes: Clinton no consiguió aprobar su reforma sanitaria y Obama sí lo ha logrado. Esto, y el resto de reformas aprobadas, hacen que Obama tenga algo positivo que ofrecer a su electorado, para que éste le renueve su confianza en noviembre. Según encuestas de Gallup de agosto de 2010, si hoy se celebraran las elecciones de mediados de noviembre, un 48% de los posibles electores dicen que votarían republicano y un 43% votarían por los demócratas. Y la media de encuestas semanales analizadas por Real Clear Politics en agosto dice que, con la estimación de voto traducida en escaños, republicanos y demócratas estarían empatados en el Congreso y en el Senado.
Un resultado electoral que quedaría lejos de la debacle que sufrió el partido demócrata en noviembre de 1994 con Clinton y que obligó a este presidente a dar un giro a sus políticas bajo el lema "los tiempos del gran gobierno se han acabado" (en alguna medida, parecido a lo que dijo Ronald Reagan en su toma de posesión de 20 de noviembre de 1981: "El Gobierno no es la solución: el gobierno es el problema"). La cuestión es que Bill Clinton, a pesar de los pesares y contra todo pronóstico, volvió a ganar las elecciones de 1996 y se convirtió en un presidente de dos mandatos; hoy continúa siendo uno de los presidentes con más popularidad, junto con Kennedy y Reagan. En el extremo opuesto está George Bush, a quien aún hoy un 53% de norteamericanos sigue culpando de la crisis económica actual. ¿Conseguirá Barack Obama revalidar las victorias de Clinton o Reagan, aún cuando -como Bill Clinton- su partido pierda la mayoría en las dos cámaras en las elecciones de noviembre?
A día de hoy, el índice de aprobación de la gestión de Obama es bajo: un 45%, frente a un 48% de desaprobación. Datos de agosto de 2010. Si lo comparamos con el mismo dato para otros presidentes en el mes de agosto de su segundo año de mandato, encontramos que George Bush hijo (agosto de 2002) tenía un índice de aprobación del 67%; Bill Clinton (agosto de 1994), del 41%; George H.W. Bush (agosto de 1990), del 75%; Ronald Reagan (agosto de 1982), del 41%; Jimmy Carter (agosto 1978), del 41%; Richard Nixon (agosto 1970), del 55%; John Kennedy (agosto 1962), del 67% y Dwight Eisenhower (agosto 1954) del 65%. Ciertamente, lo deseable para Obama sería emular a Clinton y a Reagan, en vez de seguir el ejemplo de Bush hijo.
Desde el punto de vista electoral, las declaraciones del presidente Obama sobre la libertad religiosa consagrada por la Constitución americana podrían ser desafortunadas. De hecho, políticos de uno y otro partido las están aprovechando electoralmente a su favor, en función de lo que les conviene cara a su electorado, tanto demócratas como republicanos, y en detrimento de la imagen del presidente. Pero lo que seguramente decida las elecciones de noviembre no sea el debate sobre la mezquita en la Zona Cero de Nueva York, sino la evolución de la tasa de paro que, persistentemente, continúa en el 9,5%, a pesar de que la economía lleva tres trimestres consecutivos creciendo en positivo. Cuando los norteamericanos sientan que, de nuevo, los crecimientos del PIB se traducen en generación de riqueza y puestos de trabajo, el índice de aprobación del presidente Obama volverá a ser alto. El Índice de aprobación media de los presidentes americanos desde Roosevelt (FDR) hasta Obama es del 54%. La media de su mandato, desde su toma de posesión hasta hoy, también es del 54%.
Si la historia nos enseña muchas veces que, el de donde venimos muestra el camino hacia el que vamos, quizá quepa predecir un futuro electoral más favorable para el presidente Obama que el que sus enemigos pronostican y que, como Bill Clinton, contra todo pronóstico, Obama se convierta en un presidente de dos mandatos, capaz de transformar América y el mundo en un lugar más tolerante y más próspero.
Jorge Díaz-Cardiel. Director de Ipsos Public Affairs y autor del libro Obama y el liderazgo pragmático