Los miedos que nos genera Fomento
El anuncio del ministro de Fomento de las rescisiones y reprogramaciones de contratos que su departamento va a llevar a cabo en los próximos meses ha puesto en alerta al sector viario. Una vez más, las carreteras resultan injustamente las más perjudicadas: de los 199 contratos que se van a posponer, 112 se refieren a infraestructuras viarias.
Por el contrario, la mayor parte de los proyectos de alta velocidad ferroviaria se mantienen en cartera con ligeras modificaciones.
En este ajuste se olvida el papel fundamental que las infraestructuras viarias tienen en una doble vertiente empresarial y social. El transporte por carretera contribuye con un 5,9% al producto interior bruto (PIB), crea empleo y genera más de 23.000 millones de euros en recaudación fiscal.
Se argumenta que "no todo es socialmente necesario" para justificar este horizonte de trabajo. Pero esa es precisamente la justificación de la carretera: no hay un modo de transporte más social, al alcance de todos los ciudadanos, que garantiza la accesibilidad a todos los servicios -hospitales, escuelas, trabajo, administraciones -, que es eficiente, y cada vez más sostenible. Queda pendiente de definir lo que es "socialmente necesario", así como demostrar la rentabilidad económica y social de la mayor parte de las líneas de AVE.
Autopistas del mar, transporte de mercancías por ferrocarril y otras iniciativas siguen sobre el tapete años después. El sector de la carretera las apoya; la descongestión de las infraestructuras viarias que supondrían implica generación de oportunidades y riqueza para todos los ciudadanos. Sin embargo, sin carretera, nada es posible. Sin accesibilidad por carretera a los puertos, grandes estaciones ferroviarias y centros logísticos, el modelo de transporte de mercancías con el que todos soñamos para el futuro es inviable.
¿Apostar por la eficiencia? Sin duda. Pero también por la rentabilidad de las inversiones. ¿Hemos considerado la pérdida de valor patrimonial que conlleva no invertir en conservación? La conservación asegura la vialidad, garantiza la vida de los firmes y otros elementos, aumenta la seguridad, y mejora los tiempos de recorrido. No invertir en mantenimiento supone, además, una fiscalidad encubierta: no gastar hoy 1 euro en conservación y refuerzo de firmes supone invertir 5 euros mañana y 25 en reconstrucción en un futuro cercano.
Por ello hablamos de miedo:
¦bull; Miedo a unas medidas sin precedentes con graves implicaciones para todo el país, y a la falta de un horizonte claro para el futuro.
¦bull; Miedo a dejar morir un valioso patrimonio viario.
¦bull; Miedo a la pérdida de calidad de nuestras carreteras y a la pérdida de accesibilidad que se generará.
¦bull; Miedo a líneas ferroviarias de alta velocidad que, si bien nos llenan de orgullo en el exterior, suponen un enorme lastre para nuestra economía, ya que nunca llegarán a generar ingresos, a no ser que "ignoremos" subvenciones encubiertas.
¦bull; Miedo al aumento del desempleo y de las empresas en suspensión de pagos.
¦bull; Miedo a que, cuando queramos reaccionar, quizá sea demasiado tarde y el país se encuentre en una situación de pérdida de competitividad tan grave que no podamos recuperarnos.
¦bull; Miedo a que la sociedad no conozca el problema al que nos enfrentamos: la promoción de las enormes bondades del ferrocarril de alta velocidad ha sido tal que todos los ciudadanos deseamos un AVE a nuestro pueblo. Un AVE que quizá nunca utilicemos.
Por ello, deberíamos informar al ciudadano de lo que le cuesta que otros usen la alta velocidad ferroviaria.
La carretera, motor de la economía, debería estar en el centro de toda política de transportes. Ya tendremos tiempo, cuando llegue la esperada recuperación, para volver a poner sobre la mesa proyectos propios de un país al que le sobran los recursos.
Miguel M.ª Muñoz Medina. Presidente de la Asociación Española de la Carretera