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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El mundo pide más equilibrio cambiario

El Fondo Monetario Internacional (FMI) y la OCDE han hecho referencia en todos los informes elaborados en los tres últimos años a la necesidad de reequilibrar el crecimiento mundial. Hasta el punto de que incluso en las conclusiones de las sucesivas cumbres del G-20, los líderes mundiales muestran una indisimulada obsesión por desplazar parte del sobreconsumo de las economías maduras a las emergentes, para evitar una alimentación insostenible de los déficits fiscal y por cuenta corriente en EE UU u otros países europeos como España. En los últimos años, la explosión de crecimiento se ha concentrado en las economías emergentes (China, India, Brasil o Rusia), y su acelerada acumulación de excedentes comerciales y de reservas de divisas les está convirtiendo en los auténticos financiadores de Occidente.

Sólo China tiene bajo custodia de su Banco Central un 31% de las reservas de divisas mundiales, acaparadas con sus recurrentes superávits comerciales, basados, eso sí, en un tipo de cambio artificioso e intervenido. Las sucesivas presiones de las autoridades estadounidenses para que sus homólogos chinos relajen el tipo de cambio para reequilibrar los flujos comerciales han sido desoídas. Pese a que hace tres semanas Pekín anunció una flexibilización del tipo de cambio del yuan, ahora maniatado al dólar y una cesta con varias monedas de las economías con las que comercia, pero el precio de su moneda sigue anclada.

Bien es cierto que las reservas crecientes de China, Rusia o Brasil son un pilar fundamental para financiar el crecimiento de los países ricos, basado en el recurso tradicional al gasto público. De hecho, hoy son precisamente los bancos centrales de los países emergentes los primeros tenedores de títulos de deuda de EE UU, Japón o Europa. Hasta España, con grandes necesidades de financiación pública y privada, está encontrando un manantial de recursos en los mercados asiáticos, que han duplicado en sus carteras el peso de los bonos españoles en el último año (ver CincoDías del 12 de julio de 2010).

Pero la economía no puede seguir con un crecimiento tan desequilibrado, y tan excesivamente pendiente de la financiación de países como China, con progresiones políticas aún pendientes que podrían desestabilizar el statu quo sin disponer de alternativa. Por ello, los países emergentes deben buscar otro destino a su exceso de recursos, potenciando el crecimiento de la demanda interna, que a su vez estimulará la generación manufacturera en sus competidores. Y los países de mayores niveles de renta deben pensar que no pueden seguir viviendo por encima de sus posibilidades y pendientes de la financiación ajena. Unos y otros deben dar pasos reales que rebasen los formalismos manejados hasta ahora. En la superación de un crecimiento tan desequilibrado está parte de la solución a la crisis.

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