Merkel se aplica su receta
Nadie puede acusar a Merkel de contradictoria. El recorte alemán está en línea con su actitud desafiante hacia el resto. Pero viene un poco pronto dado el estado de las economías europeas y podría frenar el crecimiento alemán y de la UE.
Quizá cree que tiene una ventaja: las exportaciones aportan un 40% del PIB alemán y el euro se ha devaluado un 17%. Es posible que se queje públicamente de la crisis del euro, aunque sabe que Alemania gana con ella.
En los últimos meses ha metido las narices en las economías de sus socios; se ha enfrentado a ellos por la aprobación del plan de ayuda a Grecia; les irritó cuando espantó a los mercados con medidas unilaterales como la prohibición de las ventas a corto al descubierto. Y ha desoído la petición de EE UU de que incentive el consumo para corregir desequilibrios mundiales.
Parece que Merkel quiera exportar su modelo, pero debe lidiar con un electorado que detesta el despilfarro público. Además, está atrapada por la obligación constitucional impuesta por ella de equilibrar el presupuesto en 2016.
El plan de recorte acierta con la parte de gasto, en el recorte de empleo público y de los beneficios a los desempleados. No así en la imposición de una tasa a la banca que teniendo en cuenta su lamentable estado podría replegarse a sus cuarteles del invierno. Además, una tasa a las plantas nucleares no es el tipo de política energética que precisa el país en estos momentos.
Alemania siempre ha defendido la necesidad de una divisa fuerte. Aunque resulta irónico que sea el mayor beneficiado de un euro débil.
Pierre Briançon