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Columna
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La verdad brutal

Reino Unido recuerda de nuevo a Grecia. El Gobierno está encontrando esqueletos en el armario fiscal. George Osborne, el nuevo ministro de Economía, ha designado un organismo de control independiente para comprobar las cifras. El mercado de deuda pública debería tal vez retroceder ante la revelación de que las cosas son peores de lo que se pensaba.

Los bonos del Gobierno británico continuarán por ahora desafiando las amenazas que en el mar Egeo matan. Un déficit récord en tiempos de paz, una tasa de inflación del 3,4%, una libra que se hunde: no importa, el bono a diez años de Reino Unido ha incrementado su valor un 2% este año y su rendimiento un mísero 3,8%. Pero mientras que el compromiso de reducción del déficit de Osborne dará confianza, en el medio plazo los riesgos de la deuda pública británica permanecen altos.

El atractivo de la deuda es relativamente alto. Reino Unido, al igual que EE UU, son consideradas economías más flexibles que las de la eurozona. La libra se puede debilitar, ayudando a la competitividad y al crecimiento y por lo tanto favoreciendo el reequilibrio de las cuentas del Gobierno. Pero no hay un crecimiento lo suficientemente fuerte para ahorrar. Mervyn King, gobernador del Banco de Inglaterra, ha advertido sobre la posible repercusión en el crecimiento de los recortes fiscales. Irónicamente, otro factor que apoya la deuda pública. La inflación aumenta, pero se espera que la debilidad económica la arrastre. Eso significa que las tasas de interés probablemente permanecerán bajas, favoreciendo los bonos.

También hay otros riesgos. La recuperación económica será extremadamente difícil. Y la cirugía fiscal puede haber casi matado al paciente. Para Reino Unido, que tiene mucho que hacer para parar su espiral de deuda, su rentabilidad parece pobre. Aunque los bonos pueden sonreír a través de la luna de miel al mismo tiempo.

Ian Campbell

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