Tras la cirugía fiscal, reformas de verdad
Sea por la recomendación de los políticos comunitarios o norteamericanos, sea por la presión de los mercados financieros, sea por el clamor que medios de comunicación y sociedad civil ejercen sobre el Ejecutivo para que reparta los sacrificios de la recesión, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, bajó ayer al ruedo de la realidad y anunció una serie de medidas impensables hace menos de una semana, y negadas durante dos largos años de crisis. Ajustándose al guión de la Unión Europea, que exigía reducir en 15.000 millones de euros el gasto público (5.000 millones este año y 10.000 adicionales en 2011), Zapatero detalló ayer una escrupulosa y valiente operación de cirugía fiscal en la que únicamente queda indemne la protección por desempleo. Las ayudas directas a la maternidad desaparecen; el sueldo de los funcionarios se reduce un 5% desde el primero de junio y se congela en enero de 2011; las cuantías de las pensiones se congelan en 2011, con las únicas excepciones de las mínimas y las no contributivas; la inversión pública se recorta en más de 6.000 millones de euros; la ayuda al desarrollo se reduce en 600 millones; los gastos farmacéuticos se miden con lupa; y los de las comunidades y los ayuntamientos se aminoran en 1.200 millones.
En un giro radical a la política de respeto numantino al gasto social, el Gobierno ha hecho parte del esfuerzo fiscal que socios comunitarios y mercados consideran necesario para aliviar las presiones financieras sobre el euro y sobre la deuda de España. Si será o no suficiente lo veremos en los próximas semanas, aunque hay que destacar que el primer impulso de los mercados fue de valoración positiva de las medidas. Las dudas se concentran en las posibilidades reales de que el ajuste logre reducir el déficit hasta los umbrales marcados, dado que buena parte del trabajo tienen que hacerlo los ingresos, que no marchan de momento por donde el Gobierno espera. En todo caso, esa herramienta sigue a disposición del Ejecutivo, que no descarta subidas impositivas en enero si la situación lo requiriese.
Con la fe del más convencido de los conversos, Zapatero contextualizó su plan de recorte de gastos como imprescindible para superar las dificultades generadas por la crisis, y pidió la colaboración de todos los españoles, además de la de sus representantes políticos en el Congreso. Admitió, eso sí, que el crecimiento económico se resentirá, justo cuando las cifras comienzan a ofrecer la cara alegre de la recuperación.
Pero el primer efecto financiero se ha logrado: se ha parado la invectiva de los mercados, aunque éstos apreciarían un valor añadido importante en el consenso político en torno a los recortes. El dinero, para tener seguridad en sus apuestas, necesita el compromiso de un país para hacer las reformas más difíciles, como ha hecho, por ejemplo Irlanda. Aprecian los esfuerzos de un Gobierno, pero prefieren el compromiso unívoco de un país entero. Para ello el consenso político es vital, y a esta hora está despejada la duda sobre la orientación definitiva del Partido Popular: pese a haberse cobrado la pieza de llevar al Gobierno a sus posiciones económicas, en esta ocasión tampoco caminará con él. No es baladí la posición del PP en esta materia, o al menos no lo es para las decisiones del dinero.
Ahora sólo falta que el Gobierno remate la faena que ayer comenzó, aunque fuese empujado por las circunstancias. Ahora debe hacer las reformas que la doctrina le apunta, y con la profundidad mínima exigible, y no con la superficialidad que hasta ahora se ha anunciado. Los sindicatos no pueden echar por tierra la negociación hecha acerca del mercado de trabajo, ni el esfuerzo del Gobierno por muy perjudicada que se sienta hoy su clientela. A fin de cuentas, las medidas del Ejecutivo pretenden revertir una situación de creciente degradación que los propios sindicatos han contribuido a consolidar.
Tal reforma debe ser acompañada por todas aquellas que ensanchen el crecimiento potencial de la economía, para que cuando vuelva el crecimiento, el empleo se comporte de forma más ágil que en el pasado. Y entre tales reformas es inesquivable la del sistema financiero, con la redimensión de las cajas y de los bancos para que una recapitalización suficiente devuelva el pulso perdido al crédito a las empresas y los particulares.