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Tribuna
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¿Por qué ayudar a Grecia?

Nos encontramos en estos momentos ante la primera gran prueba a la que se enfrenta el euro como consecuencia de la crisis económica y la falta de disciplina fiscal que ha provocado. Aunque su origen sea diferente, se puede establecer un paralelismo entre Grecia y el caso Northen Rock que provocó la crisis del sector financiero iniciada por la crisis de la subprime. En esa ocasión, para evitar un colapso y la reacción en cadena, el Gobierno británico garantizó, no sólo los depósitos de este banco, sino los del conjunto del sistema financiero británico. Con posterioridad, el resto de las naciones hicieron lo mismo o aumentaron el importe de la garantía estatal de los depósitos.

Evidentemente, después se han exigido cambios al sector financiero en su disciplina, posibilidades de realizar operaciones de riesgo y en los requerimientos de capital, que todavía se están regulando.

En esta ocasión lo que está en juego es el euro y hay dos posibilidades: por un lado, que los países miembros apuesten por la continuidad de la moneda única; por otro, que ante la falta de unidad y la disparidad de políticas fiscales y condiciones económicas se produzcan defaults, con la salida de países que no están dentro de los parámetros volviendo a sus monedas nacionales.

En el primer caso se deben dar dos condiciones:

l Que los países miembros vuelvan en un calendario razonable a la ortodoxia fiscal, es decir, que sus déficit sobre el PIB estén controlados y tiendan al 3% tal y como establece la legislación comunitaria. Para ello deben tomar las medidas de ajuste del gasto público necesarias, aunque sean impopulares.

l Que de cara al exterior los miembros de la Unión Monetaria den una imagen de unidad ratificada por los hechos, es decir, que los países en condiciones de ayudar a los que están en dificultades lo hagan independientemente de que en el largo plazo se vean resarcidos por ello.

Cuando un Estado de EE UU ha tenido un problema financiero, el dólar no ha sido objeto de ataque por parte de los mercados financieros como tal, sino que se ha debilitado y se ha solventado la situación con ayudas federales con el compromiso del Estado de devolverlas.

En el segundo caso nos encontraríamos con defaults y la vuelta a las monedas nacionales de los países incapaces de cumplir con los parámetros del euro. En caso de salida del euro lo primero que se produciría el renacimiento de su moneda, pero evidentemente a un cambio muy inferior al que se produjo su ingreso en la UM. En definitiva, el efecto sería equivalente a una fuerte devaluación de su moneda que si bien provocaría una mejora de su competitividad exterior, también llevaría consigo un proceso inflacionista.

Pero el efecto más perverso sería el de su endeudamiento exterior, su coste y las posibilidades de seguir financiando su deuda:

l En principio en los países con mayores problemas financieros su endeudamiento es en euros y el volumen de su deuda se encuentra por encima del 100% de su PIB. En función del importe de la devaluación, en términos nominales de la nueva moneda se produciría un crecimiento similar de la deuda con lo que la carga y peso sobre el PIB sería muy superior.

l Lo mismo ocurriría con el servicio de la deuda, los intereses pagados también estarían denominados en euros y representaría una subida implícita del coste de la deuda.

l Por otra parte, el Estado al estar fuera del euro ofrecería menor garantía, probablemente sería objeto de bajadas de rating y el coste que le exigiría el mercado por la nueva financiación se elevaría.

Así pues, a un país con problemas de partida se le complicaría más la situación y muy probablemente iría a default. Estos países normalmente tienen un endeudamiento exterior muy alto y los mayores tenedores de sus bonos son bancos y compañía de seguros con lo que su default desembocaría en una nueva crisis del sector financiero que no tendría suficientes recursos propios para afrontarla y crearía una nueva crisis institucional.

Ante esta disyuntiva lo más razonable, barato y viable es la primera alternativa. Se podría buscar paralelismos con la crisis de la subprime en que las autoridades no se tomaron muy en serio la situación hasta que cayó Lehman y se vio la forma en que reaccionaron los mercados ante la situación económica futura que este hecho podía provocar.

En consecuencia no es un problema griego el que se está planteando, se está planteando un problema de supervivencia del euro y de la propia economía europea con quiebra incluida del sector financiero que terminaría afectando a la economía mundial.

Miguel Ángel García. Director de inversiones de Banca Patrimonial de Banca March

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