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Tribuna
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Opciones en Reino Unido

El jueves tuvieron lugar las elecciones más reñidas de la historia reciente de Reino Unido. De acuerdo con los resultados preliminares, el Partido Conservador británico liderado por David Cameron ha ganado, pero sin conseguir la mayoría absoluta. Escrutadas 649 de las 650 circunscripciones del país, los tories han ganado 306, los laboristas, 258, y los liberal-demócratas, 57. Estos resultados garantizan la victoria de Cameron pero dejan el Parlamento británico sin una mayoría absoluta (326 escaños) por primera vez en 36 años, lo que dificultará la formación del nuevo Gobierno.

La gran sorpresa en estos primeros momentos ha sido, sin duda, el resultado de los liberal-demócratas, en una noche decepcionante para ellos, ya que de acuerdo con el escrutinio provisional tienen menos escaños que hace cinco años, pese a aumentar ligeramente sus votos en un 1%. Tras décadas de estancamiento de un sistema político osificado por el dominio de dos partidos, el Laborista y el Conservador, muchos observadores habían considerado durante la campaña a estas elecciones como un renacer democrático para el país. El posible resurgir del Partido Liberal, liderado por el carismático Nick Clegg, había sido el gran tema de las elecciones.

Sin embargo las expectativas y las encuestas no se han confirmado en los resultados provisionales, algo que tendrán que explicar los especialistas. Al contrario, estos resultados confirman el triunfo del modelo bipartidista y la durabilidad de los partidos tradicionales. De manera muy tentativa se puede decir que al final ha triunfado el voto útil y el temor a un Gobierno minoritario en un contexto de una crisis económica brutal. También ha podido jugar un papel el euroescepticismo de los británicos, que han votado por los partidos más euroescépticos. Por último, el resultado se puede explicar por el relativo bajo nivel de participación del 64%, que también ha sido una sorpresa ya que se esperaba que superase el 70%.

Dada la falta de una mayoría clara se presentan tres opciones posibles: un Gobierno minoritario conservador, un Gobierno de coalición entre los tories y otros partidos, especialmente con los liberales -opción que cofra especial fuerza- o con otros partidos nacionalistas; y una coalición entre los laboristas y otros partidos, algo cada vez más lejano. Cualquier coalición con los liberal-demócratas supondrá un cambio en la ley electoral que introduzca un mayor elemento de proporcionalidad en el sistema electoral, su gran demanda, ya que el actual les penaliza muy claramente (con el 22,8% de los votos sólo consiguen 51 escaños). Esto podría suponer un terremoto en el sistema político británico que durante décadas se ha basado en modelo bipartidista que ha sido sostenido por el sistema electoral mayoritario. En este nuevo escenario es también posible que haya nuevas elecciones el próximo año.

La economía será sin duda el gran reto del nuevo inquilino de Downing Street, y las acciones del nuevo Gobierno van a estar marcadas por el gigantesco ajuste presupuestario que tendrá que llevar a cabo. El tory George Osborne, posible nuevo canciller, ya prometió durante la campaña que tomaría todas las medidas necesarias para reducir el déficit de 163.000 millones de libras, incluyendo la creación de una nueva oficina de responsabilidad presupuestaria que escribiese un informe creíble de la situación presupuestaria del país. También se ha comprometido a aprobar un nuevo presupuesto de emergencia en junio que incluya ahorros de hasta 6.000 millones de libras, y a llevar a cabo recortes en programas y empleo público a partir de 2011. Al mismo tiempo, los conservadores, convencidos de que la economía es demasiado dependiente de los servicios financieros, se han comprometido a establecer duras regulaciones de la City y a devolver poderes al Banco de Inglaterra, para proteger a los contribuyentes de otra posible crisis.

Estas medidas tan drásticas son imprescindibles para calmar a los mercados (que ya están reaccionando negativamente por la incertidumbre, reflejado en la caída de la libra) y hacer frente a la delicada situación fiscal del país, pero van a hacer al nuevo canciller inmensamente impopular, y hay un alto riesgo de explosiones sociales a la griega como advertía ayer el prestigioso The Times.

Las perspectivas no pueden ser más difíciles y el nuevo Gobierno se enfrenta a retos sin precedentes en las últimas décadas. La tarea será aún más complicada al no tener el nuevo Gobierno una mayoría clara y depender de las coaliciones. Es de esperar, por el bien del Reino Unido y de Europa, que el nuevo Gobierno esté a la altura de las circunstancias y que las sepa hacer frente.

Sebastián Royo. Catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Suffolk, EE UU

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