_
_
_
_
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El esfuerzo adicional de la economía española

Una economía de pequeño tamaño, como Grecia ahora, puede hacer mucho daño a sus socios monetarios si acumula por un periodo demasiado largo desequilibrios macroeconómicos que tengan un reflejo directo en el tipo de cambio del euro. De hecho, puede echar por tierra los esfuerzos de estabilidad y buen criterio en las políticas económicas aplicadas por el resto de las economías de la zona por poderosas que sean. Por ello, en esta primera crisis realmente seria del euro, sus socios han aprendido que las políticas económicas y fiscales deben parecerse más, ser más iguales, para poder mantener una gestión monetaria y cambiaria estable y económicamente activa. Han aprendido que para poder evitar esfuerzos descomunales en defensa de la divisa, que en el caso de Europa representa algo más que un instrumento fiduciario, hay que disponer de unidad de criterio e instrumentos que permitan tomar las decisiones oficiales con la misma velocidad a la que las toman quienes desde el lado oscuro del mercado apuestan contra el euro. Hay que tener, en definitiva, el grado de unidad, de compromiso de flexibilidad y de instrumental que tiene EE UU.

Mientras se alcanza este modelo ideal, los países que en las crisis queden descolgados (y siempre los habrá puesto que todas las recesiones son geográfica y sectorialmente asimétricas) tendrán que hacer un esfuerzo especial por estar de nuevo a la altura de quienes caminan más deprisa, de quienes marcan el rumbo de la actividad económica en Europa. Y en ese trance están las economías más golpeadas por la recesión en términos de crecimiento y de empleo. En ese trance están Irlanda, Grecia, España, Portugal, buena parte de los países del este europeo y todo el sur italiano. Y Grecia empezó ayer a pagar de verdad las consecuencias de su descabellada política económica con un severísimo plan de ajuste, que cumple con las exigencias de la UE, el BCE y el FMI.

Pero no todos tienen la misma dificultad. España no tiene un problema financiero como el griego, en el que, planes de rescate como el diseñado ayer al margen, las apuestas a que terminará reestructurando la deuda y repartiendo los sacrificios entre sus acreedores han sido crecientes. Pero España tiene un problema muy serio de crecimiento en el medio y largo plazo, que deberá solventar cuanto antes si no quiere acumular desfases presupuestarios que incorporen cada vez más anestesia a la actividad inversora privada, que será siempre el motor verdadero de la recuperación, por mucho empeño que pongan los herederos de Keynes.

Qué debe hacer la economía de un país y qué deben demandar y consumir sus ciudadanos seguramente es una decisión colectiva formada por la suma de las individuales, y en la que la intervención pública debería abstenerse de aparecer. Pero la economía española está demasiado acostumbrada a que las decisiones de la Ley de Presupuestos, y a su abrigo decenas y decenas de subvenciones, articulen las grandes avalanchas de la demanda.

La compra incentivada de casas ha sido una de ellas en las tres últimas décadas, y seguramente lo que ha terminado por agotar la capacidad de inversión de la iniciativa privada. Es seguramente el ejemplo más explícito, al que se podrían unir muchos más especialmente los ligados al desarrollo del mercado de la energía, de un dirigismo económico, comprensible para apoyar la puesta en marcha de un sector, pero que debe ser sustituido por reformas integrales que flexibilicen los mercados de bienes, servicios y factores para que producir sea más barato y más competitivo.

Empiezan a aparecer datos menos malos de actividad en las últimas semanas, y seguramente ha culminado la caída del PIB, pese a que los de empleo siguen alertando de que no se ha estabilizado la economía. Por tanto, evitar el triunfalismo es determinante en quienes toman las decisiones políticas, para poner en marcha la rueda de las reformas cuanto antes, ejerciendo una especie de inconformismo permanente que tenga como norte mejorar siempre el escenario para los emprendedores, que a fin de cuentas son quienes siembran las semillas para que germinen proyectos empresariales creadores de riqueza y distribuidores de la misma a través del empleo.

Más información

Archivado En

_
_