Un acuerdo peligroso para la zona euro
Hasta el pasado jueves, la unión monetaria, vista desde fuera, era un proyecto económico incompleto, que sólo se sostenía por la voluntad política de sus socios de permanecer unidos. Con la decisión de enviar a Grecia al FMI, Berlín ha dejado claro que esa voluntad se resquebraja tan pronto como aparecen las primeras dificultades, por pequeñas que sean.
"Es como si Alemania no hubiera podido resolver un problema del tamaño de Hesse", se indigna el editorial del diario alemán de centro-izquierda Frankfurter Rundschau, según la versión en inglés recogida en SpiegelOnline. Pero también el conservador Die Welt, citado en la misma revista de prensa, acusa al gobierno de Angela Merkel de "haber violado el espíritu del Tratado, poniendo en peligro a Europa (...) y amenazando con destruir décadas de progreso hacia la integración".
Quizá Merkel no tenia más remedio, a la vista del creciente desapego de su opinión pública hacia la UE y de la continua amenaza del Tribunal constitucional de su país de parar en seco la participación de Alemania en la integración europea. Pero la misión de una estadista no es rendirse ante las encuestas, sino intentar convencer a sus ciudadanos. Y la jurisprudencia no puede dictar el destino político de un país, por muy altos que sean los jueces.
Ante esas dificultades, la canciller ha preferido una victoria fácil e individual a corto plazo, aunque pueda provocar una derrota colectiva a medio o largo plazo. De paso, Merkel ha dejado claro que ya no existe el llamado eje franco-alemán (una expresión que, según dicen, siempre ha molestado en Alemania por las connotaciones de la palabra "eje" durante la Segunda Guerra Mundial). En la práctica, el pobre presidente francés se limita a escuchar la traducción de las palabras de la canciller y a acatar los designios de Berlín.
Foto: Angela Merkel habla y Nicolas Sarkzozy escucha (B. dM., Bruselas, 19-11-09).