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Columna
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El arte de la tragedia griega

La obra se estrenó la semana pasada con un gran estruendo cuando los líderes de la eurozona se comprometieron con Grecia, si surgiera la necesidad. El lunes, los ministros de finanzas fijaron una plazo para Atenas y mostrar así su seriedad sobre la reducción de su impresionante déficit.

El espectáculo continuará otro mes más. Los actores deben convencer a los inversores de que Grecia no quebrará, mientras que aseguran a sus propios votantes que ese far niente, no quedará en una simple gran limosna.

Los alemanes son duros, los franceses quieren regulación, los españoles se preocupan y los griegos comienzan a protestar. Fuera de la eurozona los británicos acompañan en el sentimiento, mientras que secretamente albergan la esperanza de que los inversores no les traten igual que a los griegos. Y los nerviosos mercados hacen lo de siempre: preocuparse y hacer conjeturas.

A nivel macroeconómico, el plan de reducir el déficit desde el actual 13% del PIB a menos del 3% parece serio. Pero los europeos quieren asegurarse de que detrás de las cifras haya algo de sustancia. Quieren realizar un seguimiento al esfuerzo griego para mejorar la recaudación de impuestos. Llegado cierto punto, puede que incluso den ideas a Grecia sobre medidas específicas. Aunque los Gobiernos europeos también se la juegan a nivel de política interna. Afectados por la recesión, los votantes están inquietos. Grecia debe expiar sus pecados, de ahí las severas advertencias.

El argumento puede durar si Atenas no se enfrenta a sus necesidades financieras con urgencia. Por ahora es pronto, si surge la emergencia, sin embargo, los europeos deberán cambiar la retórica por las finanzas serias.

Por Pierre Briançon

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