Pesadilla keynesiana
La recuperación económica de EE UU no está solamente obstruida por las limitaciones presupuestarias del Gobierno federal; también los estados han provocado recortes. Los estímulos federales, que han ayudado a salir de la recesión, se han desbocado. Esto significa que los estados necesitarán reducir sus gastos e incrementar sus impuestos para conseguir el equilibrio financiero, refrenando la recuperación.
Todos los estados, con excepción de Vermont, están obligados a equilibrar sus cuentas cada año, lo cual casa mal con las tesis keynesianas de tirar de déficit. Esta exigencia de control evita default en los estados y los vacuna en los malos tiempos contra devaneos keynesianos. A cambio, son aliviados con subsidios federales a costa de aumentar el déficit nacional.
La recesión ha diezmando los impuestos inmobiliarios, la mayor fuente de ingresos de los municipios, que han solicitado ayuda a sus respectivos estados. En el año fiscal que terminará en junio de 2010 solamente dos estados, Montana y Dakota del Norte, con ingresos por royalties mineros (beneficiados por el aumento del precio de las materias primas) y carentes de grandes ciudades, mantendrán presupuestos saneados.
El déficit fiscal de los estados para el año fiscal de 2010 ha sido estimado en 193.000 millones de dólares -1,4% del PIB- y para 2011 rondará los 180.000 millones. Lejos de los 80.000 millones -0,7% del PIB- de 2004. El Gobierno Federal mejora con sus planes de estímulo parte de este desfase, pero se trasladará al siguiente ejercicio. La pasada experiencia sugiere que el déficit fiscal puede empeorar en los próximos años tras la recesión.
A la postre, los subsidios a los estados tensionarán las cuentas federales. Al menos, hay un resquicio de esperanza. Imagine si los estados no estuviesen obligados a cerrar sus cuentas en equilibrio. El crowding-out provocado en los mercados por un gran derrochador -el Gobierno Federal-, es mejor que el causado por 50 marineros borrachos compitiendo entre sí.
Martin Hutchinson