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Pesadilla navideña

El retraso en la entrada en vigor del Tratado de Lisboa ha tenido un inesperado daño colateral: ha amargado las navidades a los 26 miembros de la futura Comisión Europea, que deberán pasarse buena parte de las vacaciones estudiando sus futuras competencias. Y de nada les valdrá entonar el lamento del personaje de Tim Burton: "Hay pocos que discuten que en lo que hago soy el mejor".

"Están estudiando y recibiendo briefings sobre la cartera que se les ha asignado", comenta un alto cargo comunitario. "Algunos, incluso ensayan con miembros de su gabinete las posibles preguntas y respuestas". El motivo de este frenesí opositor son las próximas comparecencias ante el Parlamento Europeo, previstas a partir del 11 enero.

Cada comisario designado deberá defender su candidatura ante la Comisión parlamentaria de turno. Y aunque no se espera demasiada sangre, el Parlamento dispone de la posibilidad de vetar a toda la Comisión (incluido su presidente electo, José Manuel Barroso) si algún comisario no satisface las exgencias planteadas por sus señorías europeas.

Para evitar esa bomba nuclear, el Parlamento puede reclamar a Barroso que sustituya a algún candidato (como ya hizo en 2004 con el aspiratne italiano, Rocco Buttiglione) o que le cambie de cartera (como también ocurrió en la última legislatura).

Esta vez, los dos grandes grupos parlamentarios (Popular y Socialista) no parecen dispuestos a retrasar aún más la vuelta a la normalidad institucional (la actual Comisión está en funciones y, por tanto, sin poderes legislativos plenos, desde el pasado 1 de noviembre). Pero ningún comisario puede permitirse el lujo de tomarse la cita con el Parlamento como un mero acto protocolario.

Algunos, como el francés Michael Barnier (Mercado Interior y Servicos financieros) porque tendrán en su contra a los parlamentarios que temen un ataque galo contra la city londinense. Otras, como la británica Catherine Ashton, que pasa el examen en su calidad de Vicepresidenta de la Comisión, porque su nombramiento al frente de la política exterior ha suscitado serias dudas sobre su cualificación para el puesto.

Entre los comisarios procedentes de países del Este, algunos tendrán que afrontar reproches por su pasado comunista. Y no cabe descartar que durante las próximas semanas los parlamentarios descubran algún conflicto de interés o alguna incompatibilidad manifiesta en el CV de los comisarios.

Las vacaciones ni siquiera serán tranquilas del todo para alguien como Joaquín Almunia, que llega a su segunda reválida con la buena reputación de un lustro en Bruselas. El cambio de cartera (de Economía a Competencia) le obligará a ponerse al día a marchas forzadas. Y a zambullirse en textos tan agradables al calor del hogar como el Reglamento de fusiones o la aplicación del artículo 82 del Tratado (acuérdese, comisario, que en el nuevo Tratado es el artículo 102).

Almunia, según reconocía en una entrevista en El País, ya está empapándose del nuevo cargo con la lectura de Le marché et le pouvoir, las memorias de su legendario antecesor, recientemente fallecido, Karel Van Miert (1942-2009) (aquí se puede leer el obituario que le dedicó la actual comisaria, Neelie Kroes).

Al final de sus recuerdos, el flamenco daba un consejo muy pegado a la tierra que puede servir tanto a los parlamentarios como a los futuros comisarios. "Los agricultores saben que sólo hay buena cosecha cuando se extirpan sin descanso las malas hierbas" (traducción mía).

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