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A fondo

La reforma sanitaria, ¿un regalo de Navidad?

Era la madrugada del lunes y desde el palco de visitantes de la Cámara Alta Vickie Kennedy vio cómo demócratas e independientes unían sus voces y se oían 60 "ayes". Eran los votos con los que avanzaba la causa política de su marido, el recientemente fallecido Ted Kennedy. La viuda del senador abrazó a varios legisladores una vez que se despejó el primer voto procedimental para poder, de una vez por todas, sacar el proyecto de ley de reforma sanitaria de esta cámara el día 24 de diciembre.

Nunca desde 1965 había estado EE UU tan cerca de reformar su caro e insuficiente sistema sanitario. Y el paso adelante llega sin el concurso de los republicanos que creen que esta reforma representa una intromisión del Estado en la vida de los ciudadanos, subirá los impuestos y perjudicará a las aseguradoras y al déficit.

Los demócratas, sin embargo, están convencidos de que este es el mejor regalo de Navidad que pueden hacer a los americanos, ya que con esta iniciativa se ampliará la cobertura sanitaria a 30 millones de personas que no la tienen. ¿Cómo? Se amplía el alcance del Medicaid (sanidad para los pobres sufragada por el Estado) y se hará obligatorio, bajo pena de multa, tener un seguro (privado). Quien no pueda pagarlo, pese a que se espera que se rebajen los costes de la sanidad, tendrá un subsidio parcial del Estado. Además se obliga a que en las empresas de más de 50 empleados el seguro se ofrezca en el contrato, lo que detendrá la caída de esta práctica en los últimos años.

Al proyecto le queda camino que recorrer antes de que Barack Obama lo pueda firmar y hacer ley. El paso más difícil será conciliar los textos para la reforma nacidos en cada cámara del Congreso ya que hay notables diferencias entre ambos.

De momento, para quien parece que la ley es un regalo de Navidad es para las aseguradoras privadas y las farmacéuticas, dos sectores que no dejan de apreciarse en Bolsa estos días. El motivo es que el proyecto del Senado, por motivos políticos, puede imponerse sobre el de la cámara de Representantes y este elimina la opción de seguro público creado por la Cámara Baja. Este seguro habría competido con el sector privado y abaratado primas y precios. Pero no es algo que estuviera dispuesto a aprobar Joe Lieberman, ex demócrata y ahora independiente de Connecticut, un estado que es sede de de aseguradoras.

Mercado online

Así las cosas, para ganar su voto (esencial para que los republicanos no frenaran la reforma) el proyecto del Senado sustituye esta opción pública por la creación de dos planes similares a los que tienen los funcionarios federales y los congresistas (que son públicos), y que deben se ofrecidos por aseguradoras privadas. Los planes se supervisarán por Washington y uno de ellos tiene que ser sin ánimo de lucro.

Ambos se deben ofrecer, y habrá que ver si las aseguradoras quieren, a través de mercados on line en la que podrán buscar y comparar seguros los que no lo tienen. Eso puede facilitar una tarea que ahora es muy complicada. Eso si, este mercado está vetado para los inmigrantes indocumentados.

El Senado proporciona así 30 millones de nuevos clientes a las aseguradoras. La mayoría serán muy jóvenes, es decir los que menos cuestan a estas firmas pues suelen tener menos enfermedades, razón por la cual ahora están al margen del sistema.

A cambio, se impone un límite a lo que se puede subir la prima a los mayores y se prohibirá que se cancelen planes a gente con enfermedades o a los que quieran contratar un plan estando enfermos. A los primeros que se asegura esa cobertura sin fisuras es a los niños. Para el resto será obligatorio a partir de 2014. El plan dificulta además que los abortos estén subsidiados con dinero público.

La reforma sanitaria, que se pagará con impuestos sobre los planes de seguros más caros y la rebaja de los costes del Medicare (sanidad pagada por el Estado para mayores de 65 años), costará unos 875.000 millones de dólares en una década pero se prevé que se compensen los gastos y se ahorren 132.000 millones.

A la vista de como ha quedado el proyecto, Howard Dean, el ex presidente del partido, es la voz de la frustración del progresismo. Dean cree que es mejor que no se apruebe. El Nobel Paul Krugman asegura que la reforma habrá que parchearla durante décadas pero es un "logro increíble" y pide su aprobación inmediata.

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