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Columna
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Londres necesita un presupuesto realista

El debate presupuestario de Reino Unido ha surgido en un momento especialmente delicado. Tras la campanada de Dubai World y la degradación del rating de Grecia, los mercados ya no parecen tan tolerantes con el déficit. ¿Se debería rebajar también el rating de la deuda británica, o simplemente rechazarla, precipitando una crisis? Alistair Darling, el Chancellor of the Exchequer, decidió apostar por la seguridad -la de su partido, que no la de las finanzas del país-.

La intervención de Darling ante el parlamento estaba diseñada para no darle a la oposición nada a lo que agarrarse ni quitarle nada a los votantes. Habrá elecciones en unos meses. El máximo responsable de las finanzas británicas mantuvo previsiones de crecimiento, de crédito y de deuda poco o nada realistas, y ofreció planes para aumentar el gasto público, no para recortarlo.

Una de las cuestiones que no pasaron desapercibidas fue la posibilidad de gravar los bonus de la City. Un impuesto de este tipo es el equivalente moderno a tirar los enemigos a los leones: un espectáculo que busca el regocijo de los espectadores. Pero por mucho que la industria financiera merezca tal castigo, el circo no deja de ser una mera distracción de la realidad.

Los datos de los préstamos son escalofriantes: las previsiones de Darling para este año y el siguiente siguen ascendiendo a 354.000 millones de libras, alrededor de una cuarta parte del PIB. Y el dato parece optimista.

En cuanto al crecimiento, las cifras de octubre señalan un déficit aún muy alto. La libra ha caído, pero la industria no se recupera. ¿Dónde se generarán los empleos e ingresos? El Reino Unido necesita un plan.

Pero cuanto más hablaba Darling, más sensación había de retorno al pasado. El laborismo vuelve a ser la defensa del gasto público como la esencia de la preservación del crecimiento y el empleo. Si no convence a los mercados, será necesario un presupuesto de emergencia para antes de las elecciones.

Por Ian Campbell

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