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Columna
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La banca china, la gran ausente

Ser grande no tiene necesariamente que dar miedo, a pesar del colapso y los problemas de muchos grandes bancos. Los reguladores globales han identificado 30 instituciones financieras que estarán sujetas a una nueva supervisión transfronteriza. La lista incluye pesos pesados de EE UU, Europa y Japón, e incluso uno canadiense -entre ellos, los españoles BBVA y Santander-. Pero brillan por su ausencia tres de los cinco mayores bancos del mundo: Industrial and Commercial Bank of China (ICBC), China Construction Bank y Bank of China. Su capitalización conjunta de 600.000 millones de dólares es mayor que el PIB de muchas naciones. No incluir a los bancos chinos supone una mella en la escalofriante noción de un G-2.

El Consejo de Estabilidad Financiera, el nuevo organismo de control que trata de prevenir el riesgo sistémico, está menos preocupado por los bancos que generalmente prestan en el mercado doméstico y están totalmente respaldados por Gobiernos que ya han demostrado su voluntad de recapitalizarlos sin mucho alboroto. Esto probablemente tiene sentido por ahora, dada la enormidad del mandato del consejo.

Pero eso no significa que entidades de la talla del ICBC deban ser completamente ignoradas. Quizá no estén interconectados como Goldman Sachs o Deutsche Bank. Pero no son casos aislados en el sistema. Si las pérdidas limitadas de Dubai pueden ahora producir temblores remotos, un colapso de un banco chino -quizás causado por el estallido de una burbuja local- podría significar un problema en los mercados globales de divisas, valores o materias primas. Y los prestamistas nacionales pronto se aventurarán más allá de sus fronteras por su cuenta siguiendo la expansión de las compañías chinas. La interconexión podría llegar suavemente y en silencio. Los reguladores financieros mundiales no deberían apartar la vista por mucho tiempo de Pekín.

Por Feffrey Goldfarb

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