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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

A la espera de las ansiadas reformas

A tenor de lo que contó ayer el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, la Ley de Economía Sostenible incluye un amplio espectro de reformas que pretenden dar un vuelco a la economía. Los planes son heterogéneos y genéricos: reducción de cargas administrativas, incentivos a la I+D+i, mejoras del sistema educativo, trasparencia del mercado financiero, mejoras en los organismos reguladores, internacionalización de las empresas, mayor colaboración público-privada para desarrollar infraestructuras, ayudas fiscales para la rehabilitación y alquiler de viviendas o lucha contra la morosidad. Incluso, el presidente dejó entrever ayer su acuerdo con una reforma laboral pactada con los agentes sociales: "Hay que hacer cosas, sin duda", sentenció por fin.

La música resulta, en gran parte, conocida. Será la letra la que diga si se está en el buen camino. A la espera de que, el próximo viernes, se empiece a desvelar el misterio, tal amalgama anuncia la falta de un hilo conductor. Es como decir que no hay una idea muy definida de cuál es el modelo productivo que el Ejecutivo preconiza para el futuro. Lo que sí dejó claro ayer el presidente es que los cambios tardarán al menos una década en dar resultados, y las reformas deben ser pactadas, pese a la certeza de que la oposición no se avendrá a negociar. Sí parece más interesado el presidente del Gobierno en acercarse a los agentes sociales y a las comunidades autónomas. Sin embargo, el ambicioso propósito de reformar la economía para sacar a España de su modelo frágil de crecimiento sólo será posible si los grandes temas se basan en pactos que, hoy por hoy, ni PSOE ni PP parecen capaces de conseguir.

En cualquier caso, con o sin pacto, el Gobierno debe afrontar reformas. Sin embargo, preocupa la posibilidad de que ese nuevo modelo productivo parta, sin más, de la infravaloración de sectores tradicionales frente a las nuevas actividades. Y no se trata de eso. Es preciso apoyar y modernizar muchos de esos sectores tradicionales, porque pueden ser muy competitivos y rentables. La Ley de Economía Sostenible que anuncia el Gobierno nacerá coja sin un plan que genere un entorno favorable a la industria, con facilidades fiscales, simplificación normativa y apoyos a la I+D y la internacionalización.

El objetivo es hacer la economía española en su conjunto más competitiva, lo que exige un país sin rémoras. La justicia y la educación deben reformarse para impulsar ese nuevo modelo, pero también para algo tan simple como que cumplan eficazmente con su cometido. Si la educación no incentiva una formación más apegada a las necesidades empresariales, será inútil. La sobredimensión de la universidad en España contrasta con el abandono de una formación profesional de calidad. Sin una reforma educativa a fondo, la economía tampoco será sostenible.

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